La gaita de Gran Canaria
En esta isla la
flauta de pico de 5 y 6 agujeros se utilizó sobre todo en el ámbito pastoril,
así como en algunas fiestas como las misas de nochebuena, las misas de luz, San
Juan, etc. El nombre con que se denominaba a esta flauta, casi siempre hecha de
de caña, es el de gaita.
Ocasionalmente tenían un agujero trasero, y también se construían con cuatro
agujeros y uno trasero y con dos agujeros y uno trasero, ésta última hecha de
bambú en la zona de Firgas.
En La Aldea de San Nicolás se
utiliza este tipo de flauta para acompañar a los Ranchos de Ánimas, a modo de
reclamo, sobre todo al inicio y final del rancho, para avisar de que iba a dar
comienzo y de que iba a finalizar. La flauta, probablemente introducida por
algún pastor de la zona, está hecha también de caña y consta de cinco agujeros
de digitación y está taponada en su parte final por un nudo intercanutal.
Acompaña al Rancho durante su recorrido y sonando siempre cuando no se canta.
Contexto
en el que se interpreta
Como se ha comentado antes, ya en el siglo
XIX, concretamente en 1891, Verneau informa de la presencia de la flauta entre
los pastores de Gran Canaria en su obra
Cinco años de estancia en las islas canarias. En esta obra, además de
ensalzar las habilidades de los pastores de Gran Canaria, a los que califica de
“verdaderos artistas”, continúa describiendo esta escena musical en la que la
flauta es protagonista de nuevo:
“[…] Cuando llegó la noche
nos quedamos sorprendidos de oír por todas partes silbidos y los sonidos de una
trompa (ésta consiste en una simple concha agujereada). Era la señal de la
llamada […]. Una delegación vino a buscarnos para conducirnos a una sala de
baile […]. La orquesta se componía de un tambor desfondado por un lado […]. Un
segundo músico se mantenía en el umbral de la puerta. Era un pastor que sacaba
a una flauta de caña todos los sonidos que saben sacar los pastores canarios.
No hubiésemos podido creer que en el siglo XIV, oyendo esta música y también
viendo a esa gente, situada en dos líneas paralelas, uno enfrente de otro,
dándose las manos y marchando uno detrás de otro, dando grandes saltos. Según
los autores, es así como bailaban los viejos insulares.”
(Verneau, 1981:275-276)
En su estudio sobre la flauta en Gran
Canaria, Zamora, Jiménez y Batista (1999) han recogido testimonio de las
ocasiones en las que se tocaba de la flauta, agrupando el repertorio en los
siguientes contextos:
-los pastores con el ganado
-en
el Rancho de la Aldea
-misas
de nochebuena y la Luz
-como
medio de comunicación
-fiesta
de Sn Juan
-San
Pascual
-Carnavales
-Reuniones
de vecinos
-fiestas
locales y bautizos
De acuerdo con estos autores, así como con
el testimonio recogido en nuestro trabajo de campo, los pastores tocaban la
flauta o gaita mientras estaban con el ganado en el campo, principalmente, pero
también en actos festivos, ya sea sola o ya sea acompañada con otros
instrumentos. También se utilizaba como instrumento de aviso y comunicación. Y
no sólo entre los pastores, parece ser que era frecuente entre la gente del
campo elaborar flautas en el tiempo libre:
“Esto
lo aprendí yo con mi abuelo… Mi abuelo era labrador, pero antes siempre en los
campos y en todos los sitios, no sé, qué te voy a decir, a lo mejor tenían que
retenerse y hacían flautas. Mi abuelo solía tocar en los terrenos donde tenía 3
ó 4 cabras; a lo mejor la cogía y le pegaba toda la noche. En casa también, en
el pueblo, le pedía uno una copla y la tocaba, otro le pedía otra, y la
tocaba,…” (Segundo Ramos Rodríguez, natural de Artenara)
También contamos con el testimonio de José
Díaz, natural de Artenara que es artesano y construye flautas de 3, 5 y 6
agujeros, así como pitos de agua, pero no toca la flauta:
“Las
flautas las aprendí a hacer mirando a los pastores. Para hacer la primera me
costó… luego ya le cogí el tranquillo y estaba todo el día haciendo flautas de
gusto”
Continúa
hablando de los toques de los pastores:
“Ellos
se tocaban a ver cuál mejor se tocaba, de una montaña a otra, de un barranco a
otro… Uno estaba en una loma, el otro estaba pa’la otra y decían: ‘escucha,
Juan Isidro está tocando o Josefino está tocando…’ Se oían entre ellos y
sabían. Ellos presumían porque sonaban diferente, tenían los toques, los hacían
diferentes… se hacían sus toques uno a otro…”
Según parece, fue precisamente uno de estos
pastores quien introdujo la flauta en el Rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás.
Los Ranchos de
ánimas
Como hemos
visto anteriormente, durante el siglo XVI se conforman los ranchos - rancho en Canarias significa un grupo de gente, mucha gente- de cantores y
tocadores en torno a las cofradías encargadas de pedir y rogar por el rescate
de las ánimas del purgatorio. Aunque a ciencia cierta no se puede determinar su
origen, Alzola (2005) lo relaciona
con la costumbre de recaudar limosnas para las ánimas benditas; esta costumbre,
fomentada por los misioneros franciscanos ya en la formación de los primeros
núcleos de población en torno a iglesias y ermitas, consistía en salir a
recorrer las casas de los pueblos por la noche o al atardecer, entonando cantos
y orando por los difuntos, acompañándose de elementales instrumentos. Recogían
ofrendas, en dinero y en granos, semillas, etc., para celebrar misas. De
acuerdo con Álvarez y Siemens (2005), la Iglesia potencia esta costumbre como respuesta al
protestantismo, que niega el purgatorio, lo que da lugar a esta nueva devoción.
Parece que todo aquello que rodea la creencia en el Purgatorio -el penar
de las ánimas hasta el juicio final, el temor al sufrimiento de los muertos en
el más allá, el fuego 'purificador' o el caso contrario, el infierno eterno-
imprimía una fuerte huella en la mentalidad y religiosidad de la gente. Así, las cofradías de ánimas que se forman
durante el último tercio del siglo XVI en Canarias y en la península, circulan
cantando desde el 2 de noviembre hasta el segundo domingo de febrero, es decir,
abarcan todo el ciclo invernal y coinciden con la pascua navideña y otras
celebraciones destacadas del año, por lo que aglutinan una serie de tradiciones
muy arcaicas, cantos por los difuntos, milagros inspirados en los textos
bíblicos y en la vida de los santos, etc., e incluso cantos alusivos a la Navidad, ya que a
partir de Santa Lucía -13 de diciembre- los Ranchos cantaban la Navidad. Por eso,
algunos Ranchos, con el correr del tiempo, se transformaron en Ranchos de
Pascua, como es el caso de todos los de Lanzarote. Otros Ranchos se fueron
concentrando en torno a las fiestas principales del pueblo, como ocurre con el
de Tiscamanita.
De acuerdo con Suárez (1998), la
música de los Ranchos es claramente
oriental, con temas alusivos a la muerte, a la Navidad y a la relación
social. En un principio salían por el mes de los difuntos y dada la cercanía de
la Pascua,
continuaban por esas fechas, actuando también en días festivos dentro de las
iglesias. “De ahí que su origen próximo
como organización social se encuentre en el contexto del culto a la muerte y
las actividades seglares de las parroquias, canalizadas por las cofradías;
mientras que el de su identidad ritual y musical tenga unas raíces tan
profundas que se pierden en la cultura pagana del Mediterráneo Antiguo.”
(Suárez, 1998: 561)
Aunque el tema central de los Ranchos
giraba en torno a la muerte, no hay que olvidar la entonación de romances y
canciones navideñas. Sobre el aspecto social, alegre y mundano de estas
agrupaciones escribe el etnógrafo canario Bethencourt Alfonso (1985:243-45):
"Más que un día de finado parece un
carnaval; armados de guitarras, bandolas, panderetas, castañuelas, sonajillas y
triángulos, van de vecino en vecino improvisando y componiendo la letra
conforme al objeto que se proponen con el canto -con un tono y aire especial y
característico- para dedicarlo al Sor, la virgen, Santos, Ánimas o bien
familias que tienen parientes en América o las muchachas y mozos por encargo de
sus novios y novias, o unos a otros presentes (...). De todas formas,
no se puede establecer de manera precisa
cuándo y porqué estas agrupaciones de cantaores llegaron a diferenciarse -o no
lo hicieron- como Ranchos de Pascua y ranchos de Difuntos.
Asimismo, y en
lo que se refiere a su origen, de acuerdo con Sánchez y Suárez (1996),
manifestaciones similares se encuentran en toda la Europa mediterránea, así
como también en el norte de África, así que a Canarias pudo llegar tanto por
vía peninsular como africana. Los mismos autores mencionan un dato importante,
la expulsión de los judíos de Castilla y Portugal en el siglo XV. Éstos,
provenientes del norte de África la península arábica, llegaron a Canarias
buscando refugio.
Uno de los
instrumentos predominantes es el pandero, muy utilizado por los árabes, aunque
los tocadores del Rancho llevan varios instrumentos metálicos de percusión:
espadas o asadores, triángulos, panderos de sacudidor cargados de sonajas,
cascabeles y campanillas y algún tambor. El motivo de este instrumentario es
que percutir libera y el sonido del metal protege del mal, según las antiguas
creencias. Posteriormente, algunos de estos “ranchos” incorporan un
acompañamiento rítmico de cordófonos (guitarras o timples), con acordes
independientes del tono adoptado para el canto, ritmo ternario, marcando cinco
de los seis tiempos que cierra cada ciclo de dos compases y comenzando en
anacrusa. Mención especial merece el rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás, en
Gran Canaria, que incorpora también la flauta de caña y del que hablaremos a
continuación.
Según información
facilitada por Juan José Monzón Gil, miembro actual del rancho de Valsequillo,
los viejos del rancho utilizan la palabra “sones” para nombrar, en plural, al
instrumental que conforma esta agrupación. En algunos ranchos, como el de
Valsequillo, los instrumentos de percusión (de fabricación casera con
materiales reciclados), se combinan con otros del tipo de los cordófonos
tales como: guitarras, timples, algún laúd y el violín. Entre los sones
de metal se incluían y se incluyen las espadas (que según cuentan los mayores,
guardan un antecedente o connotación directa con las espadas utilizadas en las
guerras macabras). Son unas varas alargadas de metal, de alrededor de un metro
de longitud, que simulan ser sables. Se percuten con otra vara o baqueta más
fina y más pequeña, también de metal. El rancho de Ánimas de Valsequillo cuenta
con dos espadas. En cuanto a los sones
de parche y metal, los más numerosos son los panderos de sonajas o de
sacudir.
Son de tamaño medio, si los comparamos
con los que posee el Rancho de Ánimas de la Aldea. Su parche es de
piel de cabra y las arandelas son de lata. Está provisto de unas esquilas
y cascabeles, de fabricación industrial, que van clavadas a una vara de
palo diametral y a los aros internos del instrumento. Se tocan, como su nombre
indica, sacudiéndolos con una o dos manos. A veces también se sostiene con una
mano, que es la que sacude, mientras la otra percute el parche. El rancho de
Ánimas cuenta con dos panderos de sonajas. Algunos ranchos también cuentan con
sones de parche: el tambor, con
armazón, de forma ovalada, que se recubre de dos parches de cuero de macho
cabrío, cosidos entre sí en zigzag con una tira de piel. Para percutir se
utiliza un palo fino de unos 30
cm., hecho de madera de acebuche. Normalmente se utiliza
siempre un sólo tambor
De acuerdo con Timón (1980), los
ranchos de ánimas estaban formados por hombres única y exclusivamente y la
forma en que se interpretan es con solista (que es el que improvisa) y
respondedores o coro, que repetía lo que decía el solista. Siempre eran
improvisados y estaban relacionados con la vida del difunto. Esta autora asocia
el origen de los ranchos de ánimas con la guerra de los macabeos, motivo por el
que llevan espada. Menciona que es una leyenda hipotética, en la que se cuenta
que Judas Macabeo quiso rendir honor a los soldados muertos después de una
batalla. Sánchez y Suárez (1996) mencionan
que en la investigación de campo realizada en La Aldea de San Nicolás acerca
del rancho de ánimas, antiguos rancheros entrevistados citan a los macabeos
como principio del rancho: “esto lo heredamos nosotros de los macabeos”. Estos
mismos autores recurren a la
Biblia y mencionan el segundo libro de los Macabeos 12, donde
dice que Judas efectuó entre sus soldados una colecta por los muertos y la
envió a Jerusalén con objeto de que se ofreciera un sacrificio por el pecado.
No obstante, son hipótesis, ya que no se sabe realmente cuál fue el origen de
los ranchos.
En cuanto a la composición del
Rancho, no hay un número fijo o cerrado de participantes, pero antiguamente se
establecía una jerarquía. De acuerdo con Alzola (2005), sería la siguiente:
-el cabecera o cantador mayor. Era el
responsable o director; solía llevar un pequeño cuadro en el cuello como
distintivo y era quien recibía las limosnas.
-los cantadores, que formaban el coro
-el guitarrero; podía ser uno o más
de uno, y eran los acompañantes.
-el mochilero, encargado de llevar el
agua ron y comida
No obstante,
veremos más adelante que esta terminología puede variar.
Hoy día se conservan sólo en las
Islas orientales: Lanzarote (Tías, Mácher, Teguise, Haría, Tinajo, San
Bartolomé y Yaiza), Fuerteventura (Tiscamanita y Tetir) y Gran Canaria (Teror,
Valsequillo y La Aldea
de San Nicolás). En otras islas, como Tenerife, La Gomera o La Palma, encontramos algunos
grupos antiguos que cantan “lo divino”, que se parecen a los Ranchos, teniendo
seguramente el mismo origen en los siglos anteriores de nuestra historia.
En Fuerteventura había Ranchos hasta
hace unos cuarenta años en Antigua, Pájara, La Oliva, Casillas del Ángel y Ampuyenta. Es decir,
en casi todos los pueblos antiguos de la isla. Seguro que habría alguno, mucho
más antiguo, en la Villa
de Betancuria, capital que fue de la isla. Curiosamente, en el de Tiscamanita
había integradas personas del pueblo de Tuineje. Navarro Artiles (1999) nos
ofrece una descripción del rancho de Tiscamanita, al que tuvo oportunidad de
ver por primera vez en la madrugada de la Epifanía de 1957 y posteriormente en varias
ocasiones entre los años 1968 y 1972.
Entonces contaba con unas diez o doce
personas. El mayordomo del rancho se
ocupaba de guardar y custodiar todos los enseres del rancho, especialmente de
los instrumentos musicales. El mochilero
se encargaba de coger los aguinaldos (los regalos que los vecinos daban a los
rancheros) y los guardaba en una mochila de lana tejida, típica de
Fuerteventura. Muchas veces esta función era realizada también por el
mayordomo, llevando la contabilidad de los fondos recaudador, la mayor parte en
especies.
El rancho actuaba en la fiesta de San
Marcos, patrón de Tiscamanita y tocaban en la iglesia y en las calles de la
localidad durante la procesión. También al terminar los actos religiosos el
rancho iba a tocar y cantar ante algunas casas particulares.
Cuando actuaba para las Ánimas, el
rancho estaba formado por una guitarra, un timple, un laúd, un violín, un
pandero y siete u ocho espadas. Salía a cantar durante la tarde y noche del día
de Todos los Santos. A las doce de la noche volvía a la casa del mayordomo a
depositar los instrumentos y los obsequios recibidos. La mañana siguiente, día
de Difuntos, el rancho salía a cantar por las calles y caminos del pueblo hasta
las doce, hora en que se celebraba una solemne función religiosa en la ermita
de San Marcos dedicada a la memoria de todos los difuntos. En ella el rancho
cantaba estos versos:
Es la limpia y pura /
de la Concepción
La Virgen María
/ Madre de Dios
Y
el coro añadía:
Y madre de todos / de
su devoción
La deshecha seguía así:
Esta cofradía / te ha
venido a ver
¡Qué mejor visita /
puede Usted tener!
Al terminar la misa de Difuntos, el
rancho salía a recorrer las calles del pueblo y ante cada casa el mayordomo
exclamaba:
-¡Ánimas benditas!
-Pasen – contestaban desde dentro
-¿Se canta o se reza? – preguntaba el
mayordomo
En las casas donde había luto reciente contestaban: Recen.
El rancho rezaba un padrenuestro y cantaba luego:
Atención señores /
recorred la mente
Porque este difunto /
se va para siempre
Se va para siempre / no
le vemos más
Y su Majestad / le dé
consuelo
Y, arriba en el cielo /
la conformidad
Los vecinos obsequiaban al rancho con
trigo, cebada, legumbres, queso, pan casero, etc. Además, el rancho tenía otra
fuente de ingresos, un pequeño cercado de tierra cerca de la Parroquia, atendido por
los vecinos y cuyos productos se destinaban a misas de difuntos. Parte de los
obsequios recogidos se destinaban a misas y otra a una cena comunitaria que
celebraban todos los miembros del rancho.
El rancho de Tiscamanita también
actuaba en las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Epifanía: en las misas de
Nochebuena y del Gallo y en el Auto de
los Reyes. Tocaba villancicos tradicionales y otros de creación propia.
El rancho de Pascuas de Teguise
(Lanzarote) es el más antiguo y el que goza de más prestigio dentro de
Lanzarote. Navarro Artiles (1999) describe así su experiencia al escuchar el
rancho de Teguise:
“Me
sorprendió el canto modulado de los textos, tan modulados que se hacían casi
ininteligibles, me dio la impresión de que las melodías eran bereberes o
árabes; fue para mí algo nuevo el tintineo alternante de los triángulos y el de
las espadas; el rasgueo triste y monótono de los timples; los sones graves y
rapidísimos de las castañuelas, sonando a intervalos más o menos regulares; el
pausado andar del Rancho por el estrecho pasillo central de la iglesia y el
respetuoso silencio de los feligreses (…). Al llegar al Nacimiento, en el lado
de la Epístola,
el Rancho cantaba versos alusivos al Niño Dios” (Navarro Artiles, 1999: 38).
Es un excepcional representante del
teatro navideño, dándole la palabra a la música y a la danza una importancia
capital. Su principal actuación es la misa de nochebuena, aunque también hacía
las misas de Luz, del 13 al 23 de diciembre. Suele finalizar sus actuaciones
con el baile de “El Salto¨”, siendo el único que
actualmente incluye cuerpo de baile. La danza que interpretan los
bailarines de Teguise se denomina “El Salto” y es una sencilla combinación de saltos que se ejecutan al son de la música y que
se originaron alrededor de los recorridos que llevaban a cabo los
instrumentistas de la agrupación alrededor de las calles de Teguise. Las primeras noticias que se conocen
del Rancho de Pascua de Teguise se remontan al Siglo XV;
tiene cuatro partes, el
Corrido, que es un canto de entrada que simboliza la marcha de
los pastores hacia Belén; "El Salto", un baile de pastores con
música pero sin canto que forma parte de la ceremonia de adoración y del
Besapié, y tiene como particularidad el que no da la espalda a la figura de
Jesús, siendo el único de Canarias que conserva esta particularidad; las Desechas, canto religioso
que combina los solos (cantadores de “alante”) y los coros (Tercios), y se
realiza en el Templo ante el Besapié; las
Pascuas son cantos de despedida que combinan solistas y coro a
través de enlaces y combinaciones que describen el nacimiento, tratándose de
una música alegre y movida pero con fondo litúrgico y monótono.
El nacimiento del rancho de
Tiscamanita coincide, según parece, con la finalización del templo de San
Marcos, de influencia franciscana. En la actualidad, la salida del rancho se
hace el 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada. Dejó
de reunirse entre los años 1977 y 1987, año que se reorganiza, manteniendo
cantos y ritmos antiguos pero con aspectos renovadores como la incorporación de
mujeres y la introducción de nuevas canciones junto con las tradicionales. En
el rancho de Tiscamanita también se pedía para la lluvia; el 7 de diciembre,
por ejemplo, el rancho de la
Purísima se reunía para recaudar presentes y dinero con el
propósito de pagar al día siguiente el coste de la función religiosa celebrada
en honor de la Patrona
del pueblo, la protectora ante las secas y otras calamidades.
El rancho actual, como sucede en la
muchos de ellos, está conformado por mujeres (antes sólo había hombres) y
hombres y se transmite, también como suele suceder en los demás, de padres a hijos.
Interpreta tres géneros, actualmente, que son:
-canto de la cofradía, que canta unos
solo, acompañado por varios en algunos finales de verso (son 20)
-coplas de la Purísima, en las que
comienza el cantador “alante” con el estribillo y lo repite el coro. Son cinco
coplas o estrofas, de versos hexasílabos
-corrido de la Virgen de la Peña, patrona de
Fuerteventura. También se canta el 16 de septiembre, festividad de la Virgen.
Los ranchos de ánimas en Gran Canaria
El rancho de Tejeda estaba integrado
en la cofradía correspondiente desde los primeros momentos en que la parroquia
se separó de La Vega
a finales del siglo XVII. Y fue uno de los tantos desaparecidos durante el
siglo XIX, por lo que nada se conoce a través de la tradición oral, salvo el recuerdo
de algunos de sus más célebres cantadores como Cho Pancho Vega, citado por
Sebastián Jiménez Sánchez, en 1943, como de los más afamados de la Isla.
Artenara dispuso desde el primer
tercio del siglo XVII de una iglesia dependiente del Beneficio de Santiago de
Gáldar y el Convento de franciscanos. La existencia de una cofradía de ánimas
en este lugar es muy antigua, al menos ya en 1719 aparecen cuentas de la misma.
Este rancho debió extinguirse hacia mediados del siglo pasado, quedando
concentrada la actividad animera en Barranco Hondo, aunque también es probable
que el único rancho de aquella parroquia fuera éste, de gran tradición por todo
el Norte y la Cumbre
de Gran Canaria.
El rancho de Barranco
Hondo-Juncalillo se recorría los pagos de Artenara y Tejeda animando el
ambiente, llegando en alguna ocasión hasta La Aldea de San Nicolás. Era un rancho cumbrero,
cuyos miembros con sus sombreros, mantas de lana para atajar el frío del
invierno, faroles... por aquellos empinados caminos, conformaban un cliché muy
distinto a los ranchos de la costa.
El Rancho de Ánimas de Arbejales
(Teror), constituido por unos 20 hombres y mujeres, recorre durante casi tres
meses, de diciembre hasta el 1 de marzo, los barrios de Las Rosadas, Los Llanos
y El Álamo. Las salidas se realizan, lo mismo que en el resto de los ranchos,
durante los fines de semana de diciembre y las limosnas recaudadas en estas
salidas se destina íntegramente a las parroquias en las que han realizado las
representaciones.
En Valsequillo siempre
escuchó de los mayores que la historia del rancho se remonta a tiempos
prebíblicos de las luchas macabeas“… Hubo una guerra entre dos hermanos que
querían el reinado: uno era pobre y el otro rico. El pobre le ganó la guerra al
rico y empezaron la juerga para celebrar la victoria. La gente le daba dinero y
obsequios y ahí arrancó el rancho. Esto no es español (…) y entonces tocaron en
la juerga y ajuntaron dinero (…) hasta que uno dijo: lo mejor es dárselo a los
necesitados o Ánimas Benditas y ahí arrancó el rancho. El Rancho arrancó con
una juerga, eso es lo que he oído yo a los viejos” (Información facilitada por
Juan José Monzón, que recogió el testimonio directo del ya fallecido Miguel
Calderín de 86 años).
El Rancho de Ánimas de Valsequillo realizó siempre cuatro
pascuas o salidas principales al año: Nochebuena, Año Nuevo, Día de Reyes y la Candelaria. Cada
se realizaba, a un pago o barrio diferente de Valsequillo y permanecían tres
días y tres noches cantándoles a las ánimas. Los ranchos que se organizaban fuera
de este período para pagar alguna promesa particular se denominaban “Ranchos de
Levantisco” o “Alevantisco” y se organizaban generalmente en la casa de
algún devoto anfitrión que, previo acuerdo con el Ranchero Mayor, ofrecía una
cena o brindis al rancho de cantadores y tocadores. Los mayores recuerdan con
especial énfasis las cenas organizadas y ofrecidas al rancho para pagar estas
promesas, donde siempre se seguía un ritual característico. Curiosamente, a
pesar de que la función que desempeña esta agrupación es cantar a los muertos,
nunca se recuerda salir a pedir limosnas por el día de difuntos.
Existían tres oficios principales: el ranchero mayor, el mochilero
y el tocador de instrumentos de cuerda. El mochilero llevaba una especie
de alforjas donde depositaba algo de beber para el camino, algún
instrumento que no se estuviese utilizando en ese momento o las limosnas
recaudadas. La personalidad más emblemática siempre fue la del Ranchero Mayor,
cargo que se ocupaba por vocación propia para pagar alguna promesa particular.
Esta persona se encargó tradicionalmente de la tareas de organización y
funcionamiento del rancho, entregando los donativos al cura en el novenario de
ánimas (mes de Noviembre).
Los tipos de coplas son tres, según la temática:
- Canto a las Benditas Ánimas del
Purgatorio.
- Canto por Flores.
- Canto por Misterios, relacionados con
historias bíblicas.
El canto o
"copla a las ánimas benditas" es el más importante de todos ellos ya
que responde a la función primitiva y original del rancho. El "canto por
flores" era interpretado generalmente por algún miembro del rancho que
tenía especial gracejo para ello. Esta modalidad está relacionada con
situaciones de noviazgo, cumpleaños, o cualquier momento especial de la vida; se
canta a un ser querido, y sobre todo a la madre o a la novia. Para el canto o
"copla de misterio", D. Antonio Amado comenta: “se necesita conocer
muy bien la Biblia
y haber ido mucho a misa. Luego, hay que saber amarrar bien la
copla […]”. Experto cantador de misterios, a sus 88 años todavía recita este
tipo de coplas a la perfección [información facilitada por Juan José Monzón,
que recogió el testimonio directo del ya fallecido Miguel Calderín de 86 años].
Ejemplo de ello es la dedicada a la anunciación de María:
Del cielo a la tierra
un ángel bajo
a darle a la virgen
la salutación
un ángel bajo
a darle a la virgen
la salutación
Juan José
Monzón, miembro actual del rancho de Valsequillo, nos ha facilitado este
ejemplo de copla por misterio:
En el caso del rancho de
Valsequillo, hoy día hay una sola mujer y el resto son hombres (alrededor de
15) y niños (2). Antiguamente, aunque se aceptaba que alguna mujer participara
en el rancho de forma esporádica, no hay constancia de que alguna lo hiciera de
forma estable. Existieron tres oficios principales dentro del rancho: el
Ranchero Mayor, el Mochilero y el tocador de guitarra; como mínimo debían estar
estos tres personajes para que el rancho saliese. Este grupo salía a partir del
24 de Diciembre y se recogía por la Candelaria (4 o 5 de Febrero). Actualmente, el
rancho hace algunas salidas durante las fechas navideñas por el pueblo de
Valsequillo, visitando las casas de aquellas personas que abren gentilmente sus
puertas y pagan una limosna para que el rancho les cante a sus familiares
difuntos.
La
Aldea
de San Nicolás cuenta desde 1742 con una cofradía de ánimas y su
correspondiente rancho. La parroquia de Mogán había sido creada más tardía en
1814 y desde los primeros años dispuso de su cofradía de las ánimas, activa al
menos hasta 1834, en que el cura párroco Manuel Reyes Bueno daba cuenta al
obispado de que por Navidad se organizaba un rancho «según costumbre de los
pueblos cantando de puerta en puerta». Pero a finales del siglo XIX debió
desaparecer pues su existencia no la recuerdan los más viejos del lugar. Más
larga vida tuvieron los dos ranchos de la cofradía de ánimas de la parroquia de
La Aldea.
El rancho de La Aldea se mantuvo muy activo
por las fiestas de Pascua de principios del siglo XX. Aún se recuerda a sus
rancheros más antiguos: Francisco Rodríguez Afonso, Cho Pancho el de la Atalayilla; Francisco
Casas, Cho Pancho Benito; el cura Juan León, Cayetano Sánchez Martín, etc. y,
en especial, el improvisador Santiago Ramos Segura, Cho Santiago el de Furel.
Este rancho actuó ininterrumpidamente con normalidad hasta mediados de los años
40; hacia 1956-1957, tras haber actuado unos 10 años atrás fuera de la iglesia,
se reunía por última vez por Nochebuena, en la casa de Antonio Sánchez, en Los
Espinos. Volvió a reaparecer 35 años después, en el mismo lugar, con otra
generación, la de los más jóvenes que por entonces la integraban.
El rancho de Tasarte era una
agrupación idéntica a la de La
Aldea, con la diferencia de que en los últimos años tenía una
alta participación de la mujer. Su director más célebre había sido el ingenioso
Luciano Afonso García (1859-1904), personaje natural de La Aldea que se había
establecido y casado en aquel lugar. De él cuentan alegres aventuras desde La Aldea a Mogán, inspiraciones
poéticas y facilidad para la música. Sus tres hijas, Natividad, Guadalupe y
Carmen Afonso Segura y algunos de sus yernos, continuaron siendo la base del
rancho. De rancheros y cantadores más conocidos la historia oral recuerda a
Juan García, Cho Juan Margara, Francisco Hernández Guerra, Sebastián Hernández,
Cancle; Juan Viera Moreno y otros. Hacia 1925 dejó de oírse aunque unos dos o
tres años después, al parecer en la
Navidad de 1928, reapareció en la casa de Eusebio Peñate para
nunca más volver a aparecer. Sus instrumentos depositados en una casa de El
Canónigo pronto desaparecieron; las sonajas y esquilas sirvieron para cabras y
perros, los demás, la espada, triángulo, etc. se vendieron al estudiado rancho
de Barranco Hondo/Juncalillo.
Otros
ranchos como los de Valsequillo y Arbejales, pertenecen a la otra parte de la Isla.
El rancho de ánimas en la actualidad:
el caso de La Aldea
de San Nicolás
A fines del siglo XVIII comenzó una
progresiva disminución del culto a las ánimas. De una parte se inició en las
parroquias canarias el culto mariano, representado por la adoración a la Virgen del Carmen, que
aparece como protectora y salvadora ante el más allá. De otra parte, la élite
ilustrada comenzó a criticar aquella “parafernalia
sobre la muerte, con la persecución de estas ideas renovadoras por la Inquisición”
(Suárez, 1998:564). En el siglo XIX, la Desamortización de
los bienes eclesiásticos afectó directamente a las propiedades de las cofradías
lo que, unido al culto de la
Virgen del Carmen, aceleró la desaparición de los ranchos
cantadores.
Entre finales del siglo XIX y
principios del XX se intentó recuperar los ranchos de ánimas, aunque sólo se
había mantenido en algunas parroquias de las islas orientales. En lo que se
refiere a Gran Canaria, en aquella época se contaba con los casos de los
ranchos de La Aldea,
Barranco Hondo-Juncalillo, Arbejales de Teror, Tejeda, Valsequillo, Agüimes,
Ingenio y la propia capital; todos ellos como ranchos cantadores de Pascua.
A raíz de la promulgación, en 1903,
por el papa Pío X del Motu propio
sobre la música sagrada, comenzó a prohibirse en las iglesias toda música
profana. No obstante, los párrocos no cortaron radicalmente la presencia de la
música popular dentro de ls iglesias, sino que fueron recortando,
progresivamente, las intervenciones de los tocadores y cantadores, lo que
afectó directamente a las misas de la luz y a los propios ranchos que
intervenían tradicionalmente en estas misas tempranas y en Nochebuena, Año
Nuevo y Reyes. Se dio el caso de algunos párrocos amantes de la música popular que
alargaron la vida de los ranchos, como es el caso del cura Vicente, de la Aldea de San Nicolás, quien,
de acuerdo con distintos testimonios recogidos (Sánchez y Suárez: 1996)
–también por nosotros mismos- “se unía al
rancho al finalizar la misa” (nos comentaba Carmelo, ranchero mayor, el 29
de febrero de 2008)
Todas estas manifestaciones populares
acabaron con la prohibición expresa del Sínodo Diocesano de 1947. No obstante,
algunos ranchos continuaron actuando como grupo musical aunque sin participar
dentro de las iglesias.
La
Aldea
de San Nicolás contaba con una cofradía de ánimas y su correspondiente rancho
de ánimas desde que se erigió como ayuda de parroquia en 1742 (Suárez, 1998).
Es posible que contara desde antes con su cofradía y rancho, ya que contaba con
su propia ermita desde tiempo atrás, pero es en esa fecha cuando aparecen los
gastos e ingresos que ocasionaban los cantadores de Pascua en la contabilidad
de la cofradía de ánimas. A medida que transcurre el siglo XIX se ve que van
disminuyendo los ingresos hasta que desaparece la cofradía, de manera similar
al resto de cofradías en Canarias, como ya hemos visto.
Sin embargo, hacia 1904 y de la mano
del cura Juan León Llarena, nacido en La Aldea y amante de la música, los ranchos cobraron
un nuevo impulso, a pesar de las normas dictadas por la Iglesia (Suárez, 1998). A
partir de estos años, tanto el rancho de La Aldea como el de Tasarte llevaron a cabo una
incesante actividad durante la época navideña, sobre todo en la misa del gallo
en Nochebuena, gracias a la cual se ha podido recuperar el rancho, a través del
Proyecto de Desarrollo Comunitario de La Aldea, coordinado por Lidia Sánchez y José Pedro
Suárez. El de Tasarte, sin embargo, que desapareció hacia 1025-1928, no se ha
podido recuperar ya que la mayor parte de los rancheros habían fallecido y el
trabajo de recuperación a través de las fuentes orales fue difícil debido a que
muchas de ellas habían emigrado fuera. Según la tradición oral “era un rancho, muy particular, alegre y muy
bien conjuntado, se diferenciaba de todos los que hasta aquel momento
funcionaban en la Isla
por la alta participación de las mujeres, incluso fuera de las casas.” (Suárez,
1998:574)
El rancho de ánimas de La Aldea actuó con normalidad
hasta mediados de los cuarenta, ininterrumpidamente. De acuerdo con Sánchez y Suárez (1996), salió por última
vez en 1945, aunque se siguió haciendo
de forma particular en la casa de la familia Pestana, en el barrio de Los
Espinos. Aquí desapareció definitivamente en los años cincuenta. Participaba
dentro de la iglesia en las misas de Luz, domingos y fiestas significativas
entre el 8 de diciembre y el 2 de febrero. Además, visitaban todos los puntos
del valle de casa en casa, pernoctando incluso fuera de sus hogares. Ya en 1943
habían aparecido dos advertencias del obispo Pildain, recordando que estaba
prohibido el uso de “todos los
instrumentos fragorosos o ligeros como el tambor, platillos, guitarras,
bandurrias, castañuelas y otros semejantes.” En 1947, tras el Sínodo
Diocesano se prohíbe (ya no es una advertencia sino mandato) “siempre y
especialmente en las misas de Luz el uso de instrumentos fragorosos […], así
como ejecutar al órgano o armónium piezas profanas, cantos populares y, sobre
todo los que sea de reminiscencia de piezas teatrales o bailables…”.
El Rancho se
quiso revivir en los años 80, pero no se logró hasta la Navidad de 1991, gracias a
un grupo de personas, en su mayoría descendientes de los antiguos rancheros,
que disponían del recuerdo en su mente, además de instrumentos heredados: dos
panderos, una pandereta y unas castañuelas. En la actualidad el nuevo rancho
cuenta con estos instrumentos antiguos y con reproducciones exactas hechas de
forma artesanal.
A los componentes del rancho se
les llama rancheros y existe una clara jerarquía entre ellos. Por una parte
está el improvisador, y por otra el coro, que también interpreta el
acompañamiento instrumental, realizado por “siete
panderos, una pandereta grande, una pandereta más pequeña, una guitarra, la
espada (instrumento de metal en forma de espada al cual se golpeaba llevando el
ritmo), las castañuelas, el triángulo y la flauta de caña” (Sánchez y
Suárez, 1996). Eran unos catorce en total. Los encargados de cantar las coplas para aquellos que
las pedían y pagaban por ellas eran los improvisadores; precisamente la
improvisación era uno de los aspectos que más llamaban la atención del rancho,
poniendo de manifiesto el ingenio del improvisador, del que “echaba adelante”,
ya que cada uno tenía su propio estilo.
El tesorero era el encargado de recoger el dinero, destinando una parte
de éste para pagar las misas de los difuntos y otra para sufragar los gastos
del rancho.
El Rancho se conocía también por “los
panderos” y salía todos los años el 8 de diciembre y se recogía el 2 de
febrero, día de la Candelaria. Tocaban
en las misas de la Luz y en
la misa del Gallo (última de las misas de la Luz). Se situaban en el coro de la ermita,
contestando la misa y cantando al final mientras bajaban al son de los panderos
hasta el altar mayor.
Dado que es el nombre con el que
también se conoce a este Rancho, creemos que es necesario ampliar la
información sobre los panderos en Canarias. Bajo la denominación de pandero,
pandereta o sonajera se conoce en Canarias a los membranófonos de un solo
parche de piel tensada sobre una caja o aro de madera a los que se añaden
elementos metálicos como chapas, cascabeles y esquilas (campanillas), siendo
percutidos con la mano o tan solo sacudidos para hacer sonar el metal.
Los distintos nombres que reciben
responden a un uso local y/o personal del lenguaje y no a diferencias
tipológicas. Así, un miembro del Rancho de Valsequillo hablará de panderos y un
tocador de La Palma
de sonajeras al referirse a un instrumento con las mismas características.
González Cossío (1999) sólo ha podido constatar una diferenciación de términos
en La Aldea de
San Nicolás. Los componentes del Rancho de Ánimas de esta localidad distinguen
entre panderos y panderetas, aunque más por el uso que por su forma. Los
primeros son sacudidos a modo de sonajas, mientras que las panderetas son
panderos tocados con el dedo pulgar, deslizándose éste por la superficie del
parche de piel.
González Cossío (1999) ha realizado
un inventario, con su correspondiente estudio descriptivo, de instrumentos de percusión del folklore
canario, reuniendo un total de catorce panderos antiguos repartidos en la isla
de Gran Canaria (8), Lanzarote (2), Fuerteventura (1), La Palma (2) y Tenerife (1). La
mayoría de ellos son tocados por los Ranchos de La Aldea, Valsequilllo, Teror,
San Bartolomé y Tiscamanita; han quedado en desuso en Tenerife, La Palma y un ejemplar de
Lanzarote.
Los elementos básicos de un pandero
son la caja, el parche y los complementos metálicos. La caja es un aro de
madera, en el que se hacen los huecos necesarios en caso de que lleve chapas.
El grosor de la madera de la caja suele oscilar entre los 5 y los 10 mm.
Los complementos de metal
empleados son: las esquilas
(campanillas), los cascabeles y las chapas. Los dos primeros pueden estar
fijados a la propia caja del pandero o bien a travesaños. Las chapas siempre
están colocadas en huecos abiertos en la caja y pueden ser abombadas
totalmente, abombadas en el centro o bien planas pero con abolladuras
intencionales de manera irregular. Con ello se consigue mayor sonoridad.
Además existen una serie de adornos
que son de tipo estético, según el constructor o el tocador y que influyen en
la sonoridad del instrumento: forrar el aro de madera de cuero encarnado, o con
fieltros, chinchetas, o incluso pintar la madera.
Hoy día los panderos permanecen como instrumentos casi
exclusivos de la música ritual del folclore canario, siendo los más claros
componentes de ésta los Ranchos de Ánimas y de Pascua. Estos últimos
representativos, junto a las Misas de Luz, de las celebraciones navideñas de
las comunidades campesinas de Canarias. La variedad y la cantidad de panderos
por Cofradía varía en función de la época o de las características propias de
cada grupo. En el rancho de la
Aldea es donde cobran su mayor protagonismo, por su mayor
cantidad en proporción a otros instrumentos.
Otro membranófono utilizado tanto en los ranchos como en
las misas de Luz es el tambor de dos parches tocado con un palo o una baqueta.
Mención especial merecen los de Teror y Valsequillo, que carecen de sistema de
tensado al no ser templados con calor. En Valsequillo se conserva un curioso
ejemplar de tambor, quizá una de las tipologías más arcaicas del Archipiélago:
ambos parches están cosidos entre sí en zig-zag con una tira de piel, cubriendo
éstos casi toda la madera de la caja. Este modelo estaba provisto de bordones o
calacimbres de piel interiores, produciendo un sonido vibrante.
De acuerdo con su carácter ritual,
estos instrumentos que intervenían en los ranchos y las misas de Luz, se
guardaban en la Iglesia
o en casa del ranchero mayor, ya que su uso estaba reducido a las distintas
salidas y compromisos del rancho.
En cuanto al uso de los panderos, y
sin abandonar el sentido ritual de la música popular en que se utilizaban,
también debemos mencionar que existen no pocas referencias orales y escritas
sobre su uso en bailes invocativos y aquelarres de brujas, tornándose aquí
instrumentos diabólicos. No obstante, la esencia se mantiene, ya que “su sonido es vehículo para traspasar el
plano de la realidad que nos circunda y establecer vínculos con todo aquello
que sobrepasa a lo humano.” (González Cossío, 1999: 36).
En cuanto a la composición del Rancho, los rancheros
eran hombres mayores en su mayoría, aunque se incorporaba algún joven (lo mismo
que sucede en la actualidad); queremos destacar aquí la participación de la
mujer (lo mismo que sucedía en el de Tasarte, donde incluso eran mayoritarias),
tanto en el pasado como en la actualidad, lo que no nos consta que sea corriente
en otros ranchos.
En lo que concierne al desarrollo del
rancho, había un recorrido que era fijo, que siempre era el mismo, el del día
24, al menos que recuerden los informantes, comenzando con en el mismo barrio
desde donde realizaban un recorrido por un camino vecinal hasta una segundo
barrio donde se les daba de cenar. De hecho, según testimonio recogido por
Sánchez y Suárez (1996) y por nosotros mismos, el rancho despertaba y despierta
gran expectación popular; cuando eran invitados a alguna casa se les daba la
cena, que iba seguida de una especie de ceremonia y mientras cuatro señoritas
de las presentes cogían el mantel por las cuatro puntas, mientras el rancho
cantaba:
Cuatro
señoritas
Recojan
el paño
Por
las cuatro puntas
Y
muy bien doblado.
Después continuaban con la gente que
se había añadido en este segundo barrio cantaban toda la noche hasta que
llegaba la hora de ir a la iglesia para asistir a la misa del gallo. Delante
del rancho bailaban al son de los panderos cuando iban al besapiés y también el
día de la Candelaria
delante de la procesión.
En cuanto a la estructura del canto,
se compone de la copla con la que se inicia y las desechas, que pueden ser
cantadas por el mismo que inicie la copla o por otro que desee improvisar. Los
temas cantados e improvisados eran muy variados, aunque el principal era a las
ánimas benditas, comenzando siempre con la misma copla (Sánchez y Suárez,
1996):
Copla:
A
las ánimas benditas
Que
bien lo necesitan
Por
si estuviesen en pena
Que
salgan las pobrecitas
Desecha:
Animas
las tuyas
Animas
las mías
Animas
son todas
Las
de la otra vida
Y el coro repite la desecha:
Las
de la otra vida
Las
que están en pena
Había también otro tema importante,
el de los novios, ya que el rancho era una de las formas que se utilizaban para
hacer la corte a las señoritas. Se pagaba al rancho para cantar coplas a las
novias, repitiendo el coro el mismo estribillo:
Estos
pichones
Se
están arrullando
las
pajas del nido
la
están juntando
En lo que se refiere al ritmo y la
melodía siempre son los mismos, con alguna pequeña variación de acuerdo con el
estilo de cada improvisador. En el trabajo de recuperación del rancho de la Aldea se grabó al último
improvisador (Fulgencio Díaz) y de ahí se aprendió.
Actualmente,
(lo mismo que en épocas anteriores), el que improvisa no lleva ningún
instrumento, por lo general, aunque “los
ensayos los hacemos para que todos aprendan a tocar todos los instrumentos, así
si falla alguien como las castañuelas, que sólo hay unas, o el instrumento que
sea, siempre se pueden tocar” (Bernabé Sánchez González, llamado Carmelo,
ranchero mayor de La Aldea,
29-2-08). El improvisador lleva el nombre de ranchero mayor y es quien se
encarga, actualmente, de recoger las limosnas, “yo voy reuniendo y luego lo entregamos al cura para los funerales, los
actos de la iglesia…” (Bernabé Sánchez González, llamado Carmelo, ranchero
mayor de La Aldea,
29-2-08). El grupo se coloca en
semicírculo para iniciar el canto, con el improvisador en el centro,
dirigiéndose a los demás, aunque puede suceder que por problemas de espacio
tengan que hacer un círculo completo, pero siempre el improvisador en el centro
para ser oído por todo el grupo. El
improvisador es el que “echa alante” y “el
resto del rancho va contestando, una parte repite lo que yo he dicho y la otra
es siempre la misma, lo que llamamos la amarradera.” (Bernabé Sánchez
González, llamado Carmelo, ranchero mayor de La Aldea, 29-2-08); las coplas
son –como ya se ha comentado- dirigidas a las ánimas benditas, a los
santos, a los difuntos, al niño… “el día de La Candelaria le cantamos
las coplas a La
Candelaria.”
Actualmente son
entre 16 y 18 componentes y es el único rancho que cumple las dos funciones de
Rancho de Ánimas y Rancho de Pascua (los ranchos de Teror y Valsequillo son de
Ánimas solamente).
Tal y como hemos mencionado en el
capítulo anterior, en el Rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás se
utilizaba y se utiliza la flauta de caña: “la
flauta de caña únicamente se tocaba cuando no se cantaba, era una especie de
reclamo que tocaban para llamar la atención de la gente, y avisar que el rancho
iba a dar comienzo. También en el recorrido de las calles se acompañaba de la
misma, y todos sabían que el Rancho iba pasando. El sonsonete tocado siempre
era el mismo. A veces improvisaban notas diferentes y a eso le llamaban
‘florisquiar’ la flauta” (Sánchez y
Suárez, 1996). Esta flauta tiene las mismas características que las
usadas por los pastores de la zona, se trata una flauta de cinco agujeros, por
lo que en opinión de estos autores fue
introducida en algún momento por algún pastor perteneciente al Rancho. El
tocador de flauta que forma parte del rancho en la actualidad, Segundo,
aprendió de su abuelo, que no era pastor pero “solía tocar en los terrenos que tenía; antes siempre en los campos y
en todos los sitios, a lo mejor tenían que retenerse y hacían flautas y
tocaban… mi abuelo a lo mejor cogía la flauta y le pegaba un rato, por ejemplo,
por la noche” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). Él mismo
construye las flautas como le enseñó su abuelo con caña de carrizo, “bien seca, que sea de sequero … tiene que estar bien
seca porque si no se te raja al meter la lengüeta. Entonces, esto, la
lengüetila, es de mimbre.”
Los agujeros los marca con un cuchillo, según la distancia de sus propios dedos
“al ojo, no me falla”; después quema
la punta de una ramilla con “hornillo de
los de hacer café” y va soplando y redondeando los agujeros; también lo
suele hacer con un punzón. La lengüetilla igualmente puede ser de sao, “que se cría en los sequeros de los barrancos
y también es muy bueno. Porque si lo pones de higuera o de otra clase, te
miente. Entonces, esto no te miente, le vas metiendo… Es muy fácil de hacerlo.
El problema de esto es afinarla, que te suene. Vas soplando y soplando, la
rebajas para que el aire te salga por aquí [por arriba y hasta abajo], le vas quitando poquitos, el aire tiene que
salir. Lo hago con un cuchillo y le voy quitando, lo más difícil es afinarla,
que te suene” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08).
Su abuelo tocaba muchas toques
distintos, “en los campos y también en casa, a lo mejor le pedía una copla y la
tocaba y otro le pedía otra y la tocaba…” pero el toque del rancho de La Aldea lo aprendió de “un chaval de aquí que lo sabía, lo grabamos
y entonces lo cogí yo” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). Como hemos
comentado más arriba, la flauta servía de reclamo “si vamos de una casa a otra
voy tocando, después cuando vamos al Nacimiento, también en el Belén que
hacemos todos los años el 25 de diciembre, salimos desde abajo y yo voy tocando
la flauta y ellos los panderos” (Segundo Ramos Rodríguez, tocador de flauta de La Aldea, 29-02-08). En épocas
anteriores, también dentro de esta función de reclamo, y según testimonio de
Carmelo (Bernabé Sánchez González, ranchero
mayor de La Aldea,
29-2-08), “antes no había sitios para
donde ir, la gente, en casa de mis tíos, igual no sabían que hacer y se
reunían, quedaban: ‘por la noche vamos a cantar’ y entonces el tocador de
flauta se ponía por la tarde encima de una pared grande de piedra que había y
la gente le oía de lejos y decía ‘esta noche hay panderos, vamos pallá’ y se
reunían y se cantaban las coplas a las parejitas. Hubo quien se enamoró allí.
Uno le daba una limosna, ‘mira cántale una copla a aquella chica’.”
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