2.LA FLAUTA TRADICIONAL
CANARIA
El objeto
principal de este trabajo es el estudio de flautas tradicionales canarias. El
estudio de estos aerófonos y su papel dentro de la cultura tradicional nos ha
interesado por su influencia en determinados contextos, las diferentes formas
de tocarlas en las distintas islas, el proceso de fabricación, sus
posibilidades didácticas y su relación con bailes tradicionales y también con
el mundo pastoril, según los casos. Lo que aquí se presenta constituye
solamente un primer acercamiento, ya que sólo hemos dispuesto de un año para
abarcar un tema tan extenso. Nuestra intención es seguir indagando en el tema,
así como en la relación de este tipo de flautas tradicionales y el contexto que
las rodea con otras poblaciones.
Se han recogido
flautas en la isla de Gran Canaria, Tenerife, El Hierro y La Palma, así como testimonio
de la flauta de La Gomera;
no se han tenido en cuenta otros aerófonos como los bucios o caracolas, el pito
de agua de Lanzarote u otros aerófonos libres de la familia de los oboes y
clarinetes de hoja.
En cuanto a su
origen, en las Islas Canarias, los hallazgos de restos paleontológicos y/o
arqueológicos que se asemejen a instrumentos musicales son poco numerosos. La
arqueología no ha obtenido en los yacimientos antiguos y lugares de
enterramiento pruebas sobre la construcción de flautas. Sin embargo, no debe
descartarse la posibilidad de que existieran, teniendo en cuenta la
fungibilidad del material con el que suelen construirse.
Desde muy antiguo se ha dado en Canarias la
combinación de diferentes tipos de modelos de flautas con diversas formas de
tambor. En lo que se refiere a las flautas de caña o de madera, se han
utilizado en La Gomera,
La Palma, Gran
Canaria y Tenerife.
Hernández de Viana (1991) es el texto al que
se recurre generalmente para tratar los instrumentos musicales existentes entre
los habitantes prehispánicos. Este autor nombra –en 1604- la presencia de la
flauta de caña en el archipiélago entre este instrumentario:
“resuena
el tono acorde de la música, los instrumentos son dos calabazas secas y algunas
piedrecitas dentro, con que tocaban dulce son canario, un tamborín de drago muy
pequeño, una flauta de rubia y hueca caña, y cuatro gaitas de los verdes tallos
y ñudosos canutos de cebada, y con la boca un extremado músico hacía un ronco
son algo entonado; […]” (Hernández de Viana, 1991: 184-185)
También
Viera y Clavijo comentaba en 1785 la existencia de este instrumento entre la
población prehispánica:
“Acompañábanse
en el baile con tamborcillos y flautas de caña; pero cuando carecían de estos
instrumentos agrestes, formaban con manos y boca unas sinfonías o sonatas muy a
compás […]”
Sin embargo, en opinión de Siemens (1969),
los instrumentos citados por Hernández de Viana son producto de un “fenómeno de aculturación en el que la
participación aborigen parece de menor cuantía que la hispana”. Afirma,
asimismo, que:
“Las crónicas e historias
de la conquista de las islas atribuyen a los aborígenes un instrumentario muy
pobre. Sólo Viana habla de flautas de caña, tamboriles y gaitas de canutos con
embocadura de tallo de cebada (sin duda de tipo de lengüeta simple) y declara
que desconocían los instrumentos de cuerda. Esta información que siguen Núñez
de la Peña y
otros, hay que desecharla por completo, dado que se refiere a un instrumentario
rural de la segunda mitad del siglo XVI, cuyos elementos son producto de un
fenómeno de aculturación, en el que predomina la aportación de origen hispánico.”
(Siemens, 1977a: 349)
Además, al hablar de los instrumentos de
sonido entre los habitantes prehistóricos de las Islas Canarias, Siemens (1969)
sostiene que en Canarias no se han encontrado restos prehispánicos de aerófonos
de tubo.
“Los utensilios trabajados en hueso, hasta
ahora publicados, nada nos aportan en tal sentido. La poca preponderancia (o
tal vez ausencia) incluso de los más simples silbatos hechos con huesos o
caracoles marinos, no nos deben sorprender si tenemos en cuenta la costumbre de
los nativos, tan extendida en varias Islas, según se comprueba por las noticias
de los cronistas, de emitir frecuentemente silbidos a manera de señales, para
lo cual mostraban sorprendente facilidad. La lengua silbada de la Gomera no ha de considerarse
como caso aislado, sino tal vez como fenómeno del que existieron restos en
otras islas, especialmente en Tenerife y Gran Canaria”.
(Siemens, 1969: 363)
No obstante, Lorenzo, Hernández y Hernández
(1995) plantean que las noticias aportadas por Hernández de Viana y Viera y
Clavijo podrían ser válidas:
“[…] la ausencia de flauta
en los yacimientos antiguos podría estar relacionada con la notoria
fungibilidad de los materiales empleados en su construcción. Y en cuanto a su
no aparición en los lugares de enterramiento, puede deberse, tal como acaece en
la actualidad, al hecho de que los instrumentos musicales se transmiten de
padres a hijos hasta que dejan de utilizarse.”
(Lorenzo, Hernández y Hernández, 1995:88)
En relación a
la aparición iconográfica de la flauta, el primer dibujo que recoge este
instrumento se incluye en el libro de de Juan Cano y Holmedilla sobre los
trajes de España, realizado por Juan de la Cruz en 1788, en le cual se ve un herreño vestido
con montera, chaleco, polainas y majos, llevando una pequeña flauta en sus
manos. No obstante, en esa época era frecuente que los dibujantes realizaran un
boceto y después lo completaran en casa con detalles que recordaban de memoria,
así que no se puede aseverar tajantemente la veracidad de la indumentaria ni su
colorido.
Existe otra
lámina con el mismo personaje, que figura como Canario de la Isla
de El Hierro; la indumentaria no se puede certificar con seguridad, pero sí
se puede afirmar que la presencia de una flauta en la mano del personaje indica
que en las fechas del dibujo en El Hierro o en Canarias el instrumento formaba
parte de la música tradicional. De todas formas, el análisis de la indumentaria
induce a pensar, de acuerdo con Rodríguez (2008), que el personaje se
corresponde con un palmero.
En el siglo
XIX, Alfred Diston, afincado en Tenerife, miembro de la Real Sociedad Económica de
Amigos del País, inspector del Jardín Botánico del Puerto de la Cruz y académico de la
academia provincial de Bellas Artes de Tenerife, plasmó en álbumes manuscritos
unas láminas en una de las cuales, fechada en 1818 y presente en la Universidad estatal
libre de Berlín bajo el título de Herreño
bailando, escribió: “Aquí aparece un
joven nativo de El Hierro con su mejor vestimenta, tocando una tosca pandereta,
a cuyo sonido existe una gran afición, y el cual va acompañado de una flauta
capaz de producir 4 ó 5 sonidos solamente”.
Por otra parte,
en relación al uso de las flautas para los bailes en el archipiélago canario
existen varios ejemplos. En la isla de La Gomera, Juan de Castro[1]
habla de la flauta y el tamboril en 1856: “también usan el tamboril y la flauta
como aquellos moros, al son de este baylan acompañados de chacaras y por lo
general reunidos en pandillas suelen cantar con tambor unas coplas (o pasajes)
entonados por uno solo y repetidas las dos últimas sílabas por todos”.
Sobre la misma
fecha encontramos el relato del antropólogo francés René Verneau, incluido en
su obra Cinco años en las islas Canarias,
publicada en 1891, en la que menciona el uso de la flauta entre los pastores de
Gran Canaria:
“[…] Sin embargo, se
encuentran verdaderos músicos, sobre todo entre los pastores. Su instrumento
favorito consiste en una simple flauta de caña, de la que sacan notas que nos e
esperarían. Me acuerdo de un concierto que me fue dado poco tiempo antes de mi
marcha y que me permitió hacerme idea de sus disposiciones musicales.
[…] Sabía
que yo tenía cierta predisposición por la música y me trajo los más famosos
tocadores de flauta de Telde. Durante varias horas ejecutaron aires de su
repertorio […]. Por supuesto estos pastores eran verdaderos artistas y les
bastaba escuchar una vez un aire cualquiera para poder ejecutarlo
inmediatamente, observando los más pequeños matices.” (Verneau, 1981:195-196)
No hay comentarios:
Publicar un comentario