TENERIFE
Contexto
en el que se interpretaba
Para describir las características y
el contexto donde se ubica la flauta en Tenerife, contamos con la información
recogida por Bethencourt Alfonso en su libro Historia del Pueblo Guanche Según
este autor los instrumentos de los guanches eran de percusión, de frotación y
de aire, “más o menos rudos, sin expresión y monótonos”. Entre ellos figuraban
el tambor o tamboril, el tajaraste o pandero, la chácara o crusmata, el carrascal y la flauta dulce. De hecho, Fariña (1996)
apunta lo siguiente, al respecto de los instrumentos utilizados en Tenerife:
“Los
instrumentos musicales más antiguos que se han utilizado en Tenerife tienen su
origen el patrimonio musical e instrumentación desarrollados en la cultura
guanche. Tanto la tipología como la técnica de construcción y utilización en
celebraciones festivas han sido transmitidas casi de forma inalterable hasta
bien avanzado el siglo XIX. Juan de Bethencourt ofrece una descripción
de los antiguos instrumentos musicales de la isla de Tenerife, entre ellos de
la flauta de caña o madera, que formó un sólido trío junto al tambor o tamboril
y las castañuelas.”
Las descripciones legadas por
Bethencourt poseen gran valor etnohistórico puesto que tuvo la oportunidad de asistir como testigo al desarrollo y
posterior decadencia del modo de vida tradicional generado desde los momentos
anteriores a la conquista castellana. En lo que se refiere a la flauta,
Bethencourt se refirió a este
instrumento de la siguiente manera:
“A
la flauta dulce debían sus notas más suaves. Aunque tenían algunas de caña, las
más de ellas hacíanlas “de varas nuevas de laurel o no tan nuevas de higuera bicariña”,
fáciles de horadar con un bujón o espiche, con lengüetas de balo.
Aproximadamente como de medio metro de largas, llevaban hacia el extremo
inferior un agujero por detrás y tres por delante. No empleaban de ordinario
más de cuatro tonos y dos semitonos en dos octavas.” (Bethencourt, 1994: 358)
El trío de instrumentos compuesto por
flauta, tamboril y chácaras -o castañuelas- era el medio más utilizado para la
expresión de sentimientos personales o colectivos. Se ejecutaban en diferentes
bailes que constituían los cauces expresivos necesarios para manifestaciones
festivas o lúdicas. En su conjunto eran insustituibles, según Fariña (1996),
para catalizar la emoción colectiva que se reflejaba durante la ejecución de
bailes como el tango tinerfeño, de palos o espadas, la guaracha o el tajaraste.
Este último se baila en filas enfrentadas o en torno a un palo y es en esta
versión donde se sitúa el origen histórico del actual género folklórico que se
conserva en Tenerife con el nombre baile
de las cintas y su variante de las antiguas danzas de las varas o de los arcos (Fariña, 1996). Por tanto, vamos
a ofrecer la descripción que realiza Bethencourt
acerca de estos bailes en los que la flauta (junto con el tamboril y las
chácaras) era insustituible.
“La danza de cintas la bailan catorce individuos, ahora y en tiempos
guanches: doce danzantes, un tamborilero (que lleva el tamboril colgado del
dedo meñique (¿o pulgar?) izquierdo y con esta mano toca, a su vez, la flauta y
con la derecha percute el tamboril) y un conductor del palo, que es el de mayor
estatura y va vestido como los danzantes. El palo es una pértiga de cinco
metros de larga, que coronaban los indígenas con un ramo de flores y hojas
silvestres; de su base partían doce cintas de distintos colores que iban a seis
varas, una para danzante, como en la actualidad. La tarea más importante del
conductor del palo es que “no dé vueltas
para que no se trabe la danza.”
Continúa Bethencourt, realizando una
descripción minuciosa y detallada de la Danza de Güímar, la cual además se ha mantenido
invariable:
“Divídense los danzantes
en dos tandas de a seis, llevando cada tanda una guía delantera y otra postrera, a las que siguen en las entradas y salidas los respectivos
grupos al vestir y desnudar al palo.
Al compás del tamboril y la flauta marchan bailando dos pasos atrás y otros dos
adelante, trazando círculos alrededor de la pértiga en sentido inverso cada
tanda, una sobre la derecha y la otra sobre la izquierda, pasando
alternativamente por dentro y por fuera cada vez que se cruzan. Cuando han vestido el palo, o lo que es igual,
cuando la pértiga aparece artísticamente cubierta por el entrelazado de las
cintas, danzan en dirección opuesta para desnudar
el palo, haciendo en cada tanda de guía delantera lo que antes fue la postrera.
Estriba el mérito en dar
remate al bailes o séase, a vestir y
desnudar el palo “sin trabar la
danza”, como lo dan a conocer los mismos bailadores prorrumpiendo en
regocijados ajijides, que secunda el
público. ¡Pero pobres de aquellos si la traban,
porque a pesar del respeto que tributan al honorífico cargo de danzante, los
propinan silbas monumentales!”.
A juzgar por las
tradiciones la danza de cintas ofrecía
algunas variedades. Según algunas, en ocasiones los bailadores repiqueteaban a la
par las chácaras; otras, cada danzante vestía del color de su cinta,
presentando el entrelazado cambiantes y combinaciones de agradable perspectiva;
y habrá una cuarentena de años nos referían ancianos de los altos de Adeje que,
si bien en decadencia, alcanzaron a ver ejecutar esta danza siguiendo una niña
a cada bailador cogida de una banda, muy adornadas y danzando con gran donaire.
Además de este testimonio directo,
contamos con otras referencias acerca de las costumbres de los guanches; se
sabe que tenían ritos rogativos que clamaban en épocas de sequía y calamidad.
Concretamente, ellos junto al ganado rodeaban un risco y clamaban ante la
desolación.
“Más cuando los
temporales no acudían y por falta de agua no había hierba para el ganado,
juntaban las ovejas en ciertos lugares que para esto estaban dedicados
(baladeras), e hincando una vara o lanza en el suelo, apartaban las crías de
las ovejas y hacían estar las madres alrededor dando balidos; y con esta
ceremonia entendían que Dios les oía y mandaban el agua...” (Viera y Clavijo).
Es frecuente en la isla de Tenerife
que en las romerías y algunas procesiones, al Santo le siga la danza (baile de
corro, consistente en tejer y destejer las cintas a un palo), consecuencia tal
vez de la evolución de esta costumbre prehispánica. Existen varios autores que
se definen en este sentido. Tenemos por ejemplo al maestro Esquivel Navarro que
en su libro El arte del danzado y sus excelencias (Sevilla, 1842) habla
del Baile del Cordón como una larga evolución del ritual primitivo en torno a
un árbol, un risco o un monte. Según relato de Esquivel Navarro en el siglo
XVII, esta danza ritual se convirtió en la Danza del Cordón con los danzarines tejiendo las
cintas en torno a un árbol.
Las danzas del cordón
la formaban dieciséis danzantes puestos en corro, cada uno de los cuales tenía
prendida una cinta de color, sujeta por un extremo a un árbol plantado en medio
del corro, adornado con guirnaldas no pertenecientes al grupo-. Moviéndose
rítmicamente (al grupo) dejando el árbol cubierto y después tan pronto como
empezaba la copla (las cintas están tejidas, volvamos a destejar) comenzaban
los danzarines a destejar el tejido (Esquivel
Navarro, 1842).
Descripción
de la flauta
Como ya se ha explicado, en la isla
de Tenerife, la flauta constituye un sólido trío junto con el tambor y las
castañuelas. Es una flauta de pico con tres orificios, dos en la parte anterior
y un tercero en la posterior. Se toca con la mano izquierda, sujetándose con
los dedos meñique y anular, y utilizándose los restantes para cubrir los
agujeros. El tambor se sujeta con la misma mano izquierda, con una cinta que se
sujeta con el pulgar y el canto de la mano. La mano derecha queda destinada
para el tañido del tambor con el respectivo palo. De acuerdo con Pérez Acosta
(1999), esta flauta presenta 42 cms. de largo; el agujero inferior delantero se
encuentra a 7 cms. y el segundo a 10 cms. de la base. El agujero trasero se
encuentra a 13 cms. de la base.
La flauta de tres agujeros está estrechamente relacionada
con el Syrinx monocálamus griego, la Fístula latina o la Quesba griega.
Posteriormente, la combinación flauta-tamboril era frecuente en Europa en la Edad Media en manos de
juglares. A finales del medievo y principios del Renacimiento, la flauta y el
tamboril se incorporaron a las capillas cortesanas y cuerpos de ministriles
municipales (García Matos). En la época de Carlos V y posteriores, el
tamborilero era el que enseñaba las danzas y bailes en la corte, teniendo
puestos privilegiados entre los servidores. De acuerdo con Praetorius, existían
al menos tres tipos de flauta de tres agujeros para la música culta: discanto,
tenor y bajo. Por otro lado, existirían otros tamborileros de menor clase
social que eran los que prestaban sus servicios a los municipios en sus actos
sociales (fiestas, procesiones, romerías...).
En Europa, la flauta y el tamboril
eran empleados en actuaciones ambulantes, torneos y acontecimientos de la
nobleza. Más tarde, en los siglos XVI y XVII, serían utilizados fundamentalmente
por las clases populares para la danza, pues un solo ejecutante podía tocar
ambos instrumentos. Actualmente en Inglaterra se está recuperando de nuevo la
flauta y el tamboril (Pipe and Tabor) para la música tradicional, pues en las
primeras décadas del Siglo XX solo quedaba un ejecutante tradicional de
"Whittle and Dub" en Oxfordshire. Gracias a la labor de folkloristas
e investigadores como Kenworthy Schofield y Russell Wortley, se logró llevar a
cabo la recuperación del instrumento, aprendiendo del modo de tocar del último
"taborer", Joseph Powell, en las primeras décadas del pasado siglo. En
Francia, sigue siendo utilizada esta combinación de instrumentos en Provenza y
Gascuña, así como en zonas pirenaicas sustituyendo en esta última zona el
tamboril por el salterio de cuerdas.
En la actualidad, las zonas de mayor
extensión de la flauta de tres agujeros son la franja oeste, siguiendo la ruta
de la Plata,
desde León hasta Huelva, y en Portugal desde Tras os Montes hasta el Algarve y
la zona Pirenaica Aragonesa y vasca, además de la Isla de Ibiza. También se
conocen casos de recuperación del instrumento tras años de olvido en Asturias y
Guadalajara. El Txistu es sin duda el más avanzado de la familia; se fabrica de
maderas duras como ébano o granadillo con virolas y boquilla metálicas, los
fabricantes consiguen afinaciones casi perfectas y existe toda una familia de
tamaños y tonos que tocan en bandas y agrupaciones de txistularis. Coexiste con
la txirula, más pequeña y próxima a los modelos antiguos, hecha de maderas
autóctonas y sin virolas, que está teniendo un resurgimiento por los jóvenes
músicos que buscan nuevos sonidos. En la zona pirenaica de Aragón pervive el
chiflo, cuya principal característica es que se suele forrar con piel de
serpiente y en vez de tambor se acompaña con el Chicotén, o tambor de cuerdas,
caja de madera alargada provista de 6 cuerdas que se afinan de tres en tres y
en intervalo de cuartas o quintas, éstas se golpean con una baqueta para llevar
el ritmo. Este instrumento fue conocido en otros lugares de la Península, y parece
ligado a celebraciones festivas en el interior de los templos. En Ibiza se
conserva el pito Ibicenco, fabricado con madera de adelfa, que gracias a su
médula blanda puede ser fácilmente perforado. Se decora con piezas metálicas y
lo curioso es que según los instrumentistas emplean la mano derecha, la
izquierda, o ambas.
En León Zamora y Tras os montes se
suele fabricar de madera de boj, sin virolas y torneando la zona de la
embocadura con dibujos ornamentales. La Gaita Charra, de Salamanca, es aún muy utilizada
y cada vez cuenta con más instrumentistas jóvenes que aprenden de los
tamborileros más mayores. Se fabrica de encina con virolas de cuerno de vaca,
la embocadura suele ser de madera o hueso y se conocen muchas formas, modelos y
tamaños, quizás sea la zona, junto con el País Vasco, en que más arraigo tiene
en la actualidad éste instrumento. En Extremadura también se conservan diversos
tipos de gaitas. La gaita extremeña casi ha desaparecido, debido al uso de
gaitas charras por parte de los tamborileros, pero gracias a nuevos
folcloristas y músicos está en proceso de recuperación. En Huelva, durante la Romería del Rocío,
proliferan las gaitas rocieras, agudas y de tubo muy fino, acompañadas de
grandes tambores, abriendo las procesiones y siguiendo las fiestas y romerías.
Suelen tener la boquilla protegida por una pieza de cuerno.
La flauta de tres agujeros estaba muy
extendida también por toda Galicia. En lugares como Vigo, Noya (Coruña) y
otros, hay testimonios de la utilización de este instrumento por desgracia
extinguido hace varias generaciones en esa zona de la península.
En los años centrales del siglo XX,
con la
Industrialización y la masiva urbanización, la flauta de tres
agujeros y el tambor o chicotén sufrieron un proceso de declive hasta casi su
extinción, salvo en aquellas zonas en que se tomo como 'Instrumento típico',
como les sucedió a muchos otros instrumentos y tradiciones. La creciente
sensibilización hacia las culturas populares esta ayudando a promover su
recuperación. Cada vez hay más músicos profesionales o aficionados que se
acercan a éste instrumento, y parece que incluso en lugares donde se daba por
perdido, comienza de nuevo a revitalizarse.
Las danzas rituales en Tenerife
En las danzas rituales, los
movimientos, la vestimenta, la música, están establecidos y se ejecutan
generalmente en homenaje a un santo patrón.
Encontramos distintos tipos de estas
danzas:
De mástil o lanza: alrededor de un palo los 12
danzadores van entretejiendo unas cintas de colores mientras ejecutan
determinados movimientos. Los acompaña un porta-mástil y un tamborilero que
además a veces toca el pito o flauta. Los danzadores tocan castañetas. La
melodía que se baila es un tajaraste. En la vestimenta hay cintas y fajas de
determinados colores. La indumentaria más completa y mejor conservada es la de
la danza de Güímar.
-Danza de Cintas de Güímar, que se detalla más adelante.
-Danza de Cintas de Güímar, que se detalla más adelante.
-Danza de Cintas de El Escobonal,
relacionada con la de Güímar aunque diferente en el vestuario. En este caso los
niños visten de marinero. Esta indumentaria se debe a que El Escobonal tenía un
puerto de mar de los más importantes del sur de la Isla: El Tablado, por donde
desde el siglo XVI se embarcaron enormes cantidades de madera de los montes de
Agache para construcción de barcos, viviendas, etc. Parece ser que en
1999, junto a la Danza
de niños salió otra de adultos, como siempre se hizo tradicionalmente y
bailaban de manera mucho más viva y ejecutando saltos y figuras más
complejas.
-Danza de Igueste de Candelaria
-Danzas de San Diego, San Benito y
Las Mercedes en La Laguna
-Recientemente se ha formado una
danza en El Tablado, barrio de El Escobonal, a semejanza de la de ese núcleo
Danzas de flores: los
danzadores en lugar de cintas portan varas semi-rígidas sujetas al mástil,
adornadas con flores. La danza consiste en movimientos rápidos y cruces de los
danzadores que tocan chácaras. La vestimenta es camisa y pantalón blanco,
bandas de colores y sombreros de paja adornados con flores, plumas y largas
cintas. En este apartado se incluye la danza de Tegueste y la danza de Guamasa.
Danzas de varas: Los bailarines van unidos por varas
adornadas con papeles de colores. Dirigidos por el guío van ejecutando diversas
figuras. En la parte correspondiente a la danza de Las Vegas se recoge una
información detallada, en base a entrevistas de campo e investigación personal.
Las tres danzas de este tipo se sitúan en Granadilla (Tenerife) y están
relacionadas entre sí, derivando unas de otras: danza de Las Vegas, danza de
Chimiche y danza de Charco del Pino.
Las danzas procesionales de
Güímar
Una de las representaciones culturales que desde épocas
remotas se mantiene en Tenerife es la danza de Güímar. Güímar es un municipio situado en el
este de la isla de Tenerife, que comienza en el volcán
de Arafo
y acaba en el barranco de Herques. Comprende las
poblaciones de Balandra-Los Picos, Chacaica, Chacona, Chimaje,
Chogo, El Escobonal, El Socorro, El Tablado, Guaza,
San Pedro Arriba, San Pedro Abajo, San Francisco Javier, La Caleta, La Hoya, La Medida, La Puente, Lomo de
Mena, Los Barrancos, Pajara, Puertito de Güimar, Punta
Prieta, San Juan y el barrio de Fátima.
La
Danza
de las Cintas es una de las manifestaciones más características y queridas en
este municipio. Danza se refiere al
grupo encargado de participar en una procesión religiosa con acompañamiento
musical y coreográfico, para dar mayor realce al acto litúrgico. En el cortejo
procesional, la danza aporta el
elemento espectacular de la música y el baile. Tradicionalmente, para organizar
una danza debía obtenerse licencia
del obispado; normalmente bastaba el consentimiento del sacerdote
correspondiente que amparado en el derecho de costumbre, no solía ofrecer
impedimento. En los primeros momentos, el responsable tenía una vinculación
directa con esa iglesia o parroquia. Una vez recibido el permiso, organizaba lo
necesario: danzantes, palo, cintas, vestuario, instrumentos y músicos. La danza
procesional llegaba a tener categoría de hermandad o cofradía y ante cualquier
contingencia era el sacerdote el encargado de administrar el orden o de
decidir.
La danza de Gúímar nace en el año
1788, según documento sacado a la luz pública por don Manuel Acosta González,
en el que un grupo de vecinos se dirige al Juez Real solicitando "que se
facilitara una Danza, que formen antiguos vecinos y con la más tranquilidad y
respeto acompañen la procesión, como así se practica en los pueblos de Arico,
Granadilla y Villla Flor (sic) y otros muchos".
Como desde antiguo el casco se había dividido entre
"Güímar de Arriba" y
"Güímar de Abajo" para organizar las fiestas, los años pares se
asignaba la danza, íntimamente unida a San Pedro, el patrono, a "San Pedro
de Arriba" y los años impares a "San Pedro de Abajo", surgiendo
una rivalidad entre ambos que ha sido un factor importante para la
supervivencia de la danza. El grado de brillantez en las diferentes procesiones
suponía motivo de honra o vergüenza. Así que los encargados del
"ramo" se esmeraban en que todo saliera lo mejor posible. El ramo es la manera como se conoce
tradicionalmente al palo de la danza. Quien tuviera el palo o ramo era el encargado de velar por la
danza. Si una persona dejaba la responsabilidad, entregaba el palo o ramo a su sucesor. Como en la ciudad de
Güímar se han mantenido dos ramos, se
habla de la existencia de dos danzas, una en cada distrito festivo.
La presencia de la "danza"
en las fiestas es muy señalada, ya que participa en cinco procesiones: la
antevíspera de San Pedro (el día 27 de junio), cuando la imagen parte de la
iglesia principal y acude a la ermita del distrito correspondiente; la víspera
o del regreso; la del mediodía; la de la noche y la de la octava. La danza ocupa
un lugar preeminente en el cortejo procesional, pues es la encargada de
anteceder a las andas en las que se porta la imagen del santo; en el caso de la
fiesta de San Pedro, al ser en honor de San Pedro y San Pablo, el orden de la
comitiva es: primero la danza, después la imagen de San Pablo, la imagen de San
Pedro, y por último las autoridades, el clero parroquial y la banda municipal
de música. Además, la danza participa también en las procesiones en honor a la Virgen del Socorro, la
noche del siete de septiembre; antes también lo hacía en las fiestas de San
Antonio y las de La
Candelaria de la ermita de Chinguaro.
La danza también podía actuar como homenajes a personas
consideradas. Por ejemplo, hubo años en los que el día de San Pedro visitaba
determinadas casa particulares "danzando" para ellas. Con esta
función ligada al homenaje, se acudió junto al patrón a la Laguna, a la consagración
como obispo del güimarero Don Domingo Pérez Cáceres, el 21 de septiembre de
1947.
Asimismo, y desde principios del
siglo XX, la danza de Güímar realizaba salidas
para tomar parte en actuaciones relacionadas con la exaltación regional o con
actos costumbristas, visitando la plaza de toros y la plaza de La Candelaria, así como
célebres romerías.
La danza de Güímar, como ya se ha
descrito, consta de doce danzadores, el mantenedor del palo y un tamborilero.
Además, siempre hay varios colaboradores que velan por el cuidado de los
componentes y un ensayador que se
encarga de corregir y animar en los momentos de decaimiento.
En el momento en que se realizó este
trabajo, la danza contaba con dos ensayadores, uno de ellos, el que más tiempo
lleva, Félix Delgado Gómez, de 72 años, comenzó en el año 1960 a aguantar el palo. “Yo aguantaba el palo, estuve aguantando el
palo 40 años; salíamos pa Villasol, Adeje, San Benito, pa los pueblos. Antes
íbamos a donde nos llamaban. Ahora salimos por los días de San Pedro na’más. Y en el Socorro. En El Socorro bajamos el día 7 y
subimos el día 8 y vamos pa la octava otra vez” (Félix Delgado Gómez, 72
años, recogido el día 26 de junio de 2008). Tiene dos sobrinas y una hija que
participan en la danza actualmente. El otro ensayador es desde hace 8 años el
sostenedor del palo, hecho habitual porque su figura es importantísima dentro
de la danza, ya que sólo un giro en su posición haría que se traben las cintas.
Su misión es dirigir a los danzadores, corregir si se confunden en los pasos o
se retrasan con las castañetas, que deben coincidir con el toque del tambor.
El palo alcanza los cuatro metros de
altura y habitualmente está pintado con una línea espiral de arriba abajo; en
su parte más alta, de donde parten las cintas, está colocado un ramo de flores.
De ahí el uso de ramo como expresión
para designar al conjunto de la danza. Junto a las flores cuelga un roscón de
pan confeccionado para las fiestas. Las cintas, que normalmente son de seda,
suelen tener hasta siete metros de longitud y sus colores están en consonancia
con la jerarquía existente entre los danzadores:
rojas, amarillas y azules. En los últimos años esta disposición se está dejando
a un lado buscando otros tonos como verde, rosa o blanco.
En cuanto a los danzadores
–como son conocidos por la tradición local-, antiguamente eran varones mayores
de edad; en torno a la guerra civil española, en los años cuarenta, se produjo
un cambio de adultos a jóvenes y desde entonces el papel de danzadores queda desempeñado por niños
que no suelen superar los catorce o quince años de edad. Esporádicamente se
hacen puntuales apariciones de una danza compuesta por veinticuatro miembros,
doce niños con el traje propio de danzador
y doce niñas con el traje de maga,
que bailan en el mismo palo, “doce de dentro y doce de fuera”, es decir,
enredan en dos alturas diferentes. Según nos han contado en el pueblo, cada vez
es más difícil encontrar danzadores. A los chicos les ha comenzado a dar
vergüenza, así que, tanto en San Pedro Arriba como en San Pedro Abajo, han
incluido mujeres en la danza, en el año 2008 por primera vez (en San Pedro
Abajo ya lo hicieron en el año 2007). En San Pedro Arriba, concretamente,
cuentan con ocho niñas y cuatro niños. También ha sucedido que como cada vez
son más jóvenes, hace unos años que han comenzado a simplificar, facilitar la
danza.
La vestimenta
Los danzadores y el mantenedor del
palo van ataviados con un traje de ceremonia muy espectacular, sobre todo por
el tipo de gorro, conocido por el pueblo como turbante. Su estructura es de cartón con forma cilíndrica, sobre el
que se cruzan dos arcos, también de cartón. Todo ello está forrado en tela,
generalmente de seda, de diverso colorido. Sobre este fondo se colocan flores,
antiguamente de papel, hoy de plástico, en compañía de “prendas”. Estas
“prendas” antiguamente eran piezas de oro y plata, desde cadenas hasta anillos,
que aportaban la familia o allegados del danzador,
en forma de préstamo. Hoy día se han sustituido por piezas de bisutería y
lentejuelas. Lo más probable es que antiguamente fuera un gran compromiso para
los danzadores adornar el turbante con la dignidad social requerida. Prueba de
ello es que en la parroquia se guardaba un turbante para el danzador más pobre,
que no poseía medios para adornarlo debidamente. Hoy día, el peso de este
gorro, que puede sobrepasar el medio kilo, supone un inconveniente, e incluso
un sufrimiento, para algunos pequeños danzadores.
En la parte superior se puede ver un ramillete de flores de colores con una
lazada de cinta roja. Los ensayos de la última semana son con el gorro, que
dicen que es lo más representativo, para que se acostumbren a bailar con él.
María, nos cuenta que lleva muchos
años haciendo los gorros; ella hace la estructura con una cartulina, la forra y
va pegando con los adornos que le traen los niños y sobre todo las madres, nos
cuenta ella, incluyendo variaciones sobre todo porque la bisutería que cuelgan
va cambiando y la incluyen según lo que se lleva en el momento, de acuerdo con
el gusto de los niños. “la cartulina, la forro con tela y después, las flores,
de tela, que no sean muy grandes, los ramos, un lazo aquí y otro aquí y siempre
se intenta que la parte de alante sea la más bonita, que es la que más se ve”
(María, recogido el 26 de junio de 2008).
Los danzadores visten camisa blanca, sujeta por encima de los codos con
una cinta de color y otra en el cuello, ambas con forma de lazo. Los calzones
son de seda de colores variados y llegan por debajo de la rodilla y se rematan
con medias blancas. Un dato curioso relativo a los calzones es que llevan dos
pequeños bolsillos donde se guardan las castañetas al finalizar el baile. A la
cintura llevan una banda de seda de varios tonos, anudada a un lado con un gran
lazo de puntas bordadas con motivos variados como las llaves de San Pedro,
espigas o flores, entre otros. Además, los guíos
se distinguen porque llevan otra cinta cruzada por la espalda y el pecho que
antes era de color rojo pero hoy se lleva al gusto.
En cuanto al calzado, de suela y
cuero de color rojo, era elaborado por zapateros de Güímar para los danzadores
de San Pedro, de forma exclusiva y por encargo. Posteriormente se utilizó el
charol para su fabricación y hoy día se usan alpargatas o playeras también
rojas.
Estructura particular de la danza
Los doce danzadores están estructurados en cuatro guíos,
cuatro tercios y cuatro contratercios. Cada guío debía ser seguido por un
tercio y un contratercio respectivamente. Los guíos, según su posición durante
el baile, serán delanteros o traseros. Su color es el rojo; los tercios tienen
el color azul y se encargan de llenar los huecos dejados por los anteriores en
sus desplazamientos. Los contratercios, de amarillo, sustituyen a los
anteriores.
La estructura del “enredar y
desenredar” no sigue la misma estructura de otras danzas de cintas. Los guíos
tienen un papel destacado. Así, ellos solos y el tamborilero tienen el
privilegio de “saludar al patrón” , “al santo”, al inicio, durante y a la
despedida de la procesión. Además, cuando se quiere “enredar” los guíos
delanteros hacen que la danza quede dividida en dos “tandas”, cada una de seis.
Entonces, según convenio, pasará una por encima y la otra por debajo. Y las
tandas “vestirán el ramo” con seis cintas cada vez, no alternadas. Es ahí donde
radica la dificultad.
Soporte musical
El soporte musical para el desarrollo
de la danza lo aporta el tamborilero, quien de forma simultánea toca la flauta
y el tambor. La flauta es conocida como pita o pito, nunca por flauta, y se ha
descrito en el apartado anterior. Desde hace más de ciento cincuenta años la
única flauta empleada por los respectivos tamborileros de las danzas de Gúímar
ha sido de madera, de origen desconocido y transmitida por generaciones. En
1992 don Isidoro Frías Díaz dejó de aparecer con regularidad en las procesiones
y se comenzó a interpretar la danza con pitas de plástico o aluminio, lo que
supuso un cambio tímbrico importante para los oídos de los asistentes, acostumbrados
al sonido de la madera durante tanto tiempo. El principal problema en este tipo
de flautas artesanas es la embocadura, que suele aflojarse con el uso, con lo
que se altera la afinación. Por otra parte, hay dificultad para encontrar
luthieres que las fabriquen.
El tambor es completamente de latón
(incluidos los aros, que antiguamente eran de madera) y lleva un alambre en la
parte posterior que debe ser afinado con una clavija y que dota al tambor de un
sonido característico. Además, con el tensado de las obligaderas, que se encargan de apretar o de aflojar la tensión de
los aros sobre el parche, se culmina la afinación.
Además, los danzadores lleva dos
castañuelas, una en cada mano, que se denominan tradicionalmente castañetas. La falta de artesanos que
las fabricaran ha hecho que sean sustituidas por otro tipo de castañuelas sobre
todo de tipo andaluz. Cada danzador las hace sonar haciéndolas coincidir con
cada paso, en los tiempos marcados, sin ningún tipo de subdivisión. A la vez
que baila deberá recoger o soltar la cinta con ambas manos mientras “castañea”
–como así lo llaman los ensayadores-.
La música que interpreta en
tamborilero es el tajaraste, pero un tipo de tajaraste muy ceremonioso, lo
mismo que el paso de los danzadores.
Es una de las características de este tipo de danzas, ser de ritmo lento y
pausado – a diferencia de las danzas festivas, de ritmo musical alegre y
dinámico-. Además, es una danza sobria en sus pasos y mudanzas, no se separan
los pies del suelo con movimientos bruscos, sino suaves, alzando solamente los
talones. “La principal diferencia entre el tajaraste danzado y el tajaraste
bailado es que, en el danzado no se salta, la pieza se realiza según las
percusiones del tamboril; durante el baile, todas las cintas se van enrollando
trenzadas en el palo, de forma tal que, para terminar el baile se ha de volver
a la posición inicial. Todos los danzadores van cogidos a la cinta de su color
con una mano y con la otra tocan las castañetas, dando pasos hacia adelante,
hacia atrás, medias vueltas y descansos, al tiempo que van realizando
diferentes figuras: el Santo, correr la banda, poner y quitar vueltas, etc.,
con cuidado de no trabar la danza.” (información
proporcionada por Juan Carlos Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el
3 de julio de 2008)
También es característico que los
danzantes no den la espalda a la imagen religiosa que están honrando.
En cuanto al toque de la flauta, se
pueden obtener tres alturas melódicas combinando la posición de la lengua con
los tres agujeros, según el estilo trasmitido por don Isidoro Frías. Así,
durante el recorrido procesional, el tamborilero suele hacer tres variaciones
del toque en una escala más aguda, para continuar luego en la mediana. Este
orden se puede alterar según el gusto del tocador. La melodía se repite con el
fin de que los danzadores puedan llevar a cabo el trenzado de las cintas.
El tamborilero también tiene mucho que ver con el
desarrollo de la danza, ya que su ubicación y movimientos son de gran
importancia, no sólo para no impedir las mudanzas con las cintas y danzadores,
sino también para resaltar determinados aspectos como el saludo de los guíos al
santo, momento en el que el tamborilero debe acercarse lo máximo posible a
ellos para apoyarlos.
En cuanto a la figura del
tamborilero, históricamente esta figura venía de la zona de Agache,
concretamente del Escobonal. Se recuerda a Juan Díaz, “el cojo de la pita”,
quien ya poseía estos instrumentos a mediados del siglo XIX, los cuales se
fueron heredando para la animación de la danza. Gaspar Díaz (aunque en los
escritos a los que hemos podido acceder coinciden en llamarle el cojo de la
pita, también hemos leído Gaspar Díaz, en lugar de Juan) era pastor y tocaba la
flauta cuando cuidaba su ganado. Le siguió su hijo, el célebre Cirilo Díaz,
“Cho Cirilo el tamborilero”, que fue una leyenda en Bandas del Sur. Era el alma
de la danza y además del tajaraste interpretaba otras piezas como el Santo
Domingo, la Danza,
etc., amenizando las fiestas de los campesinos (Yanes, 1994).
Con más de de 80 años le enseñó a su
nieto, D. Isidoro Frías Díaz, que continuó la tradición hasta 1943,
permaneciendo durante 50 años como único tamborilero en activo de las danzas de
Güímar, El Escobonal y Fasnia. Hubo años que hacía más de 30 salidas con las
diferentes danzas. Cuando llegó el momento de tomar el relevo a D. Isidoro
Frías, se encontraron con que la figura del tamborilero estaba a punto de
desaparecer, así que en 1995, el Ayuntamiento de Güímar organizó un curso para
enseñar el toque de flauta y tambor, entregó el material y se preocupó de que
se transmitiera. Hablamos con Blas García Bethencour, que participó en este
curso: “A mí se me hizo un poquito fácil
porque yo bailé la danza; a mí me viene ya de
pequeño. El ritmo no fue para mí mayor problema; el problema fue tocar a la vez
la flauta y el tambor. Primero nos enseñó el tambor, el ritmo. Luego nos enseñó
los cuatro tonos que tiene la flauta, imitándoles a él y luego ya los dos
juntos… Hay varios toques diferentes, yo para descansar a veces hago el que es
más bajo y luego el agudo. La frecuencia depende de cada uno, siempre
respetando la tradición.”
Blas García Betencour lleva “creo que por lo menos 8 años, si no son más”
realizando esta labor; suele ir también a otros lugares del sureste de la Isla, a la danza de los
marineros de El Escobonal y a Fasnia, donde hay otras dos danzas son las que el
suele ir a tocar esta misma melodía, aunque este año no lo ha hecho porque
parece ser que hay problemas para continuar con la danza.
Las flautas se mandaron construir en
las mismas fechas en que se hizo el curso, a un constructor llamado Francisco,
de La Laguna,
que parece que las realizó con una madera africana. El modelo de flauta que se
utilizó fue la de Juan Carlos Díaz
Castro, tamborilero de El Escobonal, que aprendió directamente de
Isidorillo y es el tocador habitual.
Como ya se ha mencionado, estrechamente unidas a la
danza de Güímar están la danza de El Escobonal y la danza de El Socorro. En
ambas se interpreta el mismo tajaraste acompañando a la danza de cintas. La
danza de El Escobonal “consta de una gran pértiga, palo de la danza, con una
pequeña rueda en la parte superior que se mete en la pértiga y desde sonde se
sujetan 12 cintas, continuando aún un trozo de palo, donde se coloca un ramo de
siempreviva, un adorno o una bandera. Las cintas son 4 rojas, 4 azules y 4
amarillas o blancas; su disposición es similar a una gran estrella de doce
puntas: 2 rojas delante y 2 detrás, 2 amarillas a la derecha y 2 a la izquierda, por último 4
azules que separan las rojas de las amarillas. Los danzadores son 12 personas
vestidas con ropas de marineros, con los siguientes elementos: gorra blanca sin
visera, camisa blanca con cuello de marino azul, pantalón bombacho hasta debajo
de las rodillas de color azul, medias blancas, alpargatas blancas; además en el
color del bailador, una banda terminada en lazo y unos brazaletes con lazo de
cinta mas estrecha. El uniforme se tomó desde el comienzo, parece que,
especialmente, cuando la danza iba a la fiesta de Las Mercedes, en septiembre,
en el municipio de Arico, debido a que no había carreteras, llevaban a los
danzadores en barco y luego desembarcaban en un pequeño puertecillo que había
en la zona del Poris, de Abona, por eso lo de vestir de marineros. ” (información proporcionada por Juan Carlos
Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
En El Escobonal existe desde hace más
de 200 años; es aquí donde se originó el toque, que se unió “con la danza de
cintas de las procesiones del vlle de Güímar que hasta ese entonces tocaban el
tajaraste pero sólo con el tambor” (información proporcionada por Juan Carlos Díaz Castro, 52 años, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008). Anteriormente a ésta existía
una danza de arcos de flores, sin cintas, en el que también salía un palo con
varas adornadas y con un baile similar pero durante el mismo no se trenzaba el
palo. Después se cambiaron los arcos por las cintas y la última incorporación
consistió en trenzar el palo. “Según versiones de personas ancianas de
nuestro pueblo, la Danza
existe desde hace mas de 200 años y, aunque su origen es desconocido, se sabe
que antes de danzar el tajaraste, se bailaba por personas mayores al son del
pito y el tamboril, libremente y sin danza. En los comienzos de la danza se
bailaba con un palo y unas varas enramadas sujetas a el, el baile era parecido
al actual; poco mas tarde se sustituyeron las varas enramadas por cintas de colores.”
(información proporcionada por Juan
Carlos Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
Hasta la década de
los años 20 (en el siglo XX) hubo una sola danza en el pueblo, con seis
danzadores de cada parte del vecindario, ya que el pueblo estaba dividido en
dos. Posteriormente, también se desmembró en dos, la de Arriba y la de Abajo.
En cuanto a la vestimenta, cuando tenía dos danzas, una de ellas vestía de marinero y la otra danza como en la
danza de Güímar (Yanes, 1984). El tamborilero Cho Cirilo fue el más conocido;
heredó la música y los instrumentos de su padre, “el cojo de la pita”. De
acuerdo con Yanes (1994), de aquí se transmitió a Güímar y Fasnia. Juan Carlos
Díaz es el actual tocador de pita: “Se interpreta la música de un tajaraste
muy antiguo que se ha transmitido de generación en generación:
1.820, Juan Díaz “El Cojo de la Pita”.
1.857, Cirilo Díaz “Cho Cirilo el
Tamborilero”
1.924, Isidoro Frias “Isidorillo”
1.990, Juan Carlos Díaz
En Tenerife el toque de la flauta y
el tamboril, tiene su origen en el pueblo del Escobonal (barrio de Güímar)
desde aquí se extendió al valle de Güímar, hace unos 10 años en que con una de
mis flautas se hicieron unas cuantas en La Laguna, pero para mi gusto no suenan como la
original, yo me quedé con una de las mejores que sonaban y nunca la toco porque
no suena bien; siempre han bajado a tocar a Güímar nuestros tocadores; hasta
hace 10 años que aprendieron unos jóvenes y ya mantienen el toque en la zona,
aunque suena diferente al nuestro, tocan mas acelerados con menos figuras y
adornos, no juegan tanto dentro de la escala; nuestro toque es mas pausado,
algo mas libre, caprichoso, pero dentro de una estructura. Yo siempre que salgo
a tocar, primero escucho la grabación que tengo del último tocador “Isidorillo”
con la danza, para procurar no alejarme del sonido original; aunque durante el
toque en algunas partes le añada mi sello personal, pero tengo claro cuando lo
hago.” (información proporcionada por Juan Carlos, de El Escobonal, Güímar, el
3 de julio de 2008).
En cuanto al origen de la
flauta, no está del todo claro, “sabemos que “El cojo de la Pita” que era cabrero,
encontró la primera pita en una cueva del monte donde los cabreros llevaban el
ganado a pastar en verano; en ese entonces no se fabricaban esos instrumentos
en canarias, sobre todo como el que el encontró que tenía incrustaciones
metálicas. Yo vi una muy parecida en una exposición era el Chiflo aragonés,
incluso tenía afinado similar. Suponemos que la flauta llegó hasta allí llevada
por otro cabrero, esa zona pertenecía a una data de terreno perteneciente a la
familia Fuentes Cullen, que recibió después de la conquista, se trataba de un
gran trozo de isla que iba de mar a cumbre; y tenía sus propios cabreros, se
sabe de alguno de ellos que fue traído de la península; sabiendo que ese tipo
de flautas tiene su origen pastoril, puede que alguno de ellos tuviese alguna y
se la dejara olvidada en el lugar hasta que la encontró “El Cojo de la Pita”.
La afinación que tenía la original
era LA#/DO/RE/RE#, esta flauta ya no existe, fue comida por la carcoma y las
ratas, la tenía la familia guardada en una bodega envuelta en tela, pero cuando
fueron a darse cuenta ya estaba totalmente deteriorada, sobre todo la parte del
bisel; el último tocador, “Isidorillo” me enseño a tocar y a entender el
afinado que debe llevar una flauta para poder tocar nuestra música. Poco a poco
fui mejorando el estilo hasta que pude fabricar mis propias flautas. El tamaño
de nuestra flauta es aproximado a los 40 y 50 centímetros,
según la afinación.” (información proporcionada por Juan Carlos, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
La tradición de la danza se perdió
después de mediados del siglo XX hasta que fue rescatada en 1978 por el Tagoror
Cultural Agache, con la ayuda de Luis Bethencourt y del mismo Isidoro Frías
(también llamado Isidorillo p Siorillo, nieto de Cho Cirilo. De ambos hemos
dado noticia más arriba). “En sus comienzos la Danza era bailada solo por
hombres mayores de edad, pero como consecuencia de las emigraciones y la Guerra Civil, los
hombres se marcharon del pueblo por largos períodos, teniendo que ser
sustituidos en la danza por jóvenes. Fue a partir de esa época cuando la danza
comienza a ser bailada por jóvenes
de ambos sexos, llegándose a las danzas de niños, las cuales iban perdiendo las
figuras y mudanzas del baile; pero desde el año 1990, fue recuperada la danza
de mayores, manteniéndose activa has hoy día en las fiestas religiosas y actos
cívicos importantes de la zona” (información proporcionada por Juan Carlos, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
Aunque después de la guerra civil las mujeres se incorporaron a la
danza, e incluso hubo épocas que salían dos danzas, una de hombres y otra de
mujeres, actualmente, la de adultos es sólo de hombres y la de niños es mixta.
En cuanto a
la danza de cintas en la festividad de El Socorro, se realiza por el mismo
grupo de danzadores que han acompañado a San Pedro cada año, es decir, si en
los años pares acompaña San Pedro Arriba, también lo hará en El Socorro, y los
años impares San Pedro Abajo. El siete de septiembre, tras la misa, el
tamborilero inicia el toque del tajaraste para que comiencen los danzadores y
continuarán durante toda la procesión hasta la despedida, en la que el toque es
exclusivo del tamborilero, sin acompañamiento de las castañetas (Acosta, 1993).
Otras danzas procesionales: la
danza de La Florida
y la Danza de
San Agustín
La danza de La Florida fue introducida en
1918 en este barrio de La
Orotava por Don José Pacheco Oliva –Pepe Pacheco- , copiada
de la existente en El Escobonal (Güímar). Según D. Toribio González, bailador
de la danza, miembro de la parranda de La Florida durante 55 años y yerno de D. Juan
Pacheco, la Danza
se trajo porque “tenía amistades en El Escobonal. Él la vio bailar allí, porque
esa Danza pertenece al Escobonal. Él la vio bailar a los amigos de allá y
entonces la formó aquí.” Por su parte, Juan Carlos Díaz nos contó lo siguiente también
tengo constancia de que en el monte cogiendo papas de sequero se conocieron cho
Cirilo el tamborilero y un hombre del La Orotava, a este último le gustó tanto la danza
que aprendió con su amigo Cirilo y mantuvo la danza en la zona de la florida en
La Orotava
muchos años.” (información proporcionada por Juan Carlos Díaz Castro, 52 años, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008)
La forma, prácticamente idéntica de
ejecutar ambas danzas, corroboran esta información. Y también las de
Bethencourt Alfonso, que hace una descripción de la Danza de Güímar que
coincide, en su totalidad, con la forma primigenia de bailar la de La Florida.
El palo en el que se entrelazan las
cintas se conoce aquí como “lanza”. Matías Delgado Hernández, hijo de uno de
los primeros bailadores y principal organizador y mantenedor de esta tradición,
es quien la conserva. La lanza es prácticamente igual que la que utilizan los
cabreros para desplazarse con el ganado en zonas de difícil orografía:
circular, disminuyendo en grosor de la base a la punta y de unos cuatro metros
de largo. A la persona que tenía como misión portar la lanza durante el
recorrido se le llamaba “el coco”. La lanza llevaba una marca de referencia en
la que el coco situaba su dedo, con el objetivo de que no se diera la vuelta la
lanza y dificultara el trenzado.
En sus inicios y durante un largo
período de tiempo fue tocada y bailada únicamente por hombres. Eran 12
bailadores, un tocador de flauta y tambor (tamborero) y otra persona encargada
de sostener la danza (el “coco”). Las mujeres se incorporaron a la danza en
1945.
Como se ha comentado, originalmente, la forma de
ejecutar la danza era exactamente igual a la danza de las cintas de Güímar,
pero hace aproximadamente 60 años (ya se habían incorporado las mujeres) se
comenzó a perder esta forma de hacerla. La complejidad de la danza y el hecho
de que si alguien se equivocaba se enredaban las cintas, requería de ensayos
permanentes que antes se esperaban con ilusión porque había pocos actos
socioculturales pero cada vez era más complicado. Progresivamente se sustituyó
por el trenzado de las cintas en el palo, colocándose los bailarines por
parejas, girando las mujeres en un sentido, mientras que las mujeres lo hacen
al contrario, pasando alternativamente unos por debajo y otros por arriba. Para
deshacer el trenzado se cambia la dirección en que van girando ambos grupos de
bailadores (mujeres y hombres). Toda la danza era dirigida por un guía.
En cuanto a los instrumentos con que se acompaña, son
los mismos que los utilizados como soporte musical en la danza de las cintas,
incluso la flauta y el tambor se trajeron de Güímar. El primer y único
tamborero durante muchos años fue Don Vicente, conocido como Vicente “El
Hueso”, quien aprendió en El Escobonal, probablemente con el ya mencionado Cho
CIrilo. Le sucedió su hijo Ángel, quien fue el último tamborero hasta que el
Colectivo Cultural La
Escalera recuperó esta figura en la persona de José Manuel
Álvarez. El tamborero no tocaba permanentemente la flauta, sino que realizaba
algún descanso pero sin interrumpir el toque del tambor, marcando el ritmo. Hoy
día parece ser que se está trabajando de nuevo en su recuperación.
La música, lo mismo que la danza de
cintas de Güímar, es un tajaraste, con dos tonos, uno más agudo y otro más
grave, pero iguales.
También desde Güímar y tras una
visita realizada por D. Emilio Fariña y D. Alejandro Pacheco a dicha localidad
en 1928, encontramos el origen de la danza
de San Agustín.
“En esta época se había
-enriscado- un muchacho llamado Santiago Písamela y Doña Candelaria prometió
que si se escapaba, levantaría una ermita con la imagen de S. Agustín.”
“Emilio y Alejandro prometieron
traer de Güímar la danza y bailarla una vez al año por las fiestas del Bebedero
(Gabriel Pérez Rodríguez, información oral).
A estos dos personajes se les unieron
los primeros fundadores: Pedro Fariña, Juan Pacheco, Ciriaco Carballo, Ramón
Eulogio Flores, Balbino Fariña y Gabriel Rodríguez Fariña. Tamborero Vicente
"El Hueso" y Guía, Juan González.
Como ocurre con la mencionada danza
de La Florida,
podemos distinguir dos etapas en la historia de esta danza. La primera época
abarca hasta el año 1935, momento en que la Guerra provoca que el pueblo se quede sin hombres
y no se baile la danza. La segunda etapa comienza en 1942 y llega hasta hoy. A
lo largo de todos estos años y salvo alguna excepción la danza se ha bailado
normalmente por las fiestas del barrio. En el año 1942, al comenzar nuevamente
a bailarse, se tuvo que recurrir a seis chicos de Pinolere, ya que no existían
más muchachos en la zona. Desde la fundación, la danza ha estado bailada
siempre por bailadores masculinos, salvo una vez que bailaron chicas y se
desechó la experiencia, al no adaptarse al ritmo y pasos del baile:
“Los chicos se abobancaban con las
chicas. Cuando íbamos a buscar una chica en el baile, se perdían, no cogían su
sitio (Gabriel Pérez Rodríguez)”.
La
Danza
se bailaba tradicionalmente con motivo de las fiestas patronales del barrio de
Bebedero, que se suelen celebrar en agosto o septiembre. Pocas veces se ha
salido con la danza fuera del barrio. En la primera época se participó en las
fiestas del Barranco de la Arena,
Nuestra Señora del Rosario en La
Perdoma y San Isidro en La Villa, pero en los últimos tiempos la única
actuación fuera del barrio fue en Tacoronte y se cumplía una promesa de la
madre de D. Gabriel, actual director y alma
mater de la danza.
Se ejecuta con música de Tajaraste; posiblemente esta
música sufrió un proceso de captación por parte de los frailes en la época de
la colonización. La interpretación se realiza con un tambor, flauta y
castañetas. La flauta original fue la que tenía Vicente "El Hueso".
Era de Magué y se trajo especialmente de La Zarza (Güímar). Posteriormente, Ángel, el hijo de
Vicente, que también fue un gran tocador, trajo una nueva, pero de menos
calidad.
La
Lanza
es el nombre con el que se denomina al palo central donde se encuentran unidas
todas las cintas. Esta lanza actual data del comienzo de la danza. Se trajo de
Güímar en el año 1928 de manos de los fundadores. “El pie de lanza” es el
encargado de transportar el palo en el trayecto indicado, caminando a la par
que los bailadores y tocadores. La lanza, con las cintas y todos los
instrumentos se guarda en la ermita de El Velo, en Aguamansa, y su principal
valedora es doña Isabel Hernández Aguiar.
La indumentaria de los componentes de
la danza ha variado con el paso del tiempo. Antiguamente la indumentaria estaba
compuesta por un pantalón hasta las rodillas de diferente color para cada
bailador. Las camisas eran también de colores variados: blanco, crema en los
puños. Las cintas eran de seda y bordadas exclusivamente para cada bailador.
Las cintas o bandas se enrollaban a la cintura como una faja. Actualmente, el
traje usado por los bailarines es muy sencillo. Consiste en un pantalón oscuro
con camisa blanca. La banda cruza el pecho y se envuelve a la cintura para
colgar en el lado derecho después de cerrar un lazo. El tocador viste la misma
indumentaria pero sin banda.
Al son del toque de tambor y flauta
los bailadores hacen tocar las castañuelas dando cuatro pasos todos hacia
delante y posteriormente atrás. Entre los doce bailadores hay cuatro que son
los guíos y que dan los pasos de dentro y fuera, y van consiguiendo que las
doce cintas se enrollen en torno a la lanza, formando un entrelazado multicolor
digno del mejor artesano.
A medida que se va enrollando, el círculo se va cerrando. Al llegar al cuarto apartado comienza la operación inversa de desenrollar hasta llegar nuevamente las cintas a su longitud normal.
A medida que se va enrollando, el círculo se va cerrando. Al llegar al cuarto apartado comienza la operación inversa de desenrollar hasta llegar nuevamente las cintas a su longitud normal.
Cada "guío" pasa por debajo
de la cinta del otro "guío" y van al encuentro de los otros
"guíos". Los demás bailadores siguen a cada guío: al guío1: le siguen
los bailadores 1 - 2 - 3 - 4 - 5 y el guío 2 y a éste le siguen los bailadores
6 - 7 - 8 - 9 y el guío 4. Posteriormente para desenrollar el proceso es el
mismo pero con los guíos 4 y 2.
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